miércoles, 5 de febrero de 2020

ARTE Y TERRITORIO


Por: Elkin Bolaño Vásquez
Coordinador educativo, Fundación BAT

    Una de las conclusiones más fuertes que se sustrae del proceso de largo aliento en el que se han empeñado los artistas que participar permanente en las convocatorias del Salón BAT de arte popular, es la importancia e influencia que ejercen sus territorios a la hora de explorar creativamente las temáticas propuestas, para cada versión, por parte de la Fundación BAT.

    Bicentenario de la Independencia, Identidad regional, Colombia pluriétnica y multicultural, y Lo popular entre lo rural y lo urbano son temas que tienen como raíz central la necesidad de pensar el país de una manera diferente a las informaciones que circulan en los medios de comunicación, a las ideas que se analizan en los currículos académicos o a las opiniones que se escuchan en las calles. La idea de territorio abarca mucho más que el espacio geográfico y entra en consideración la relación de saberes que lo identifican y sus necesidades de actualización según la exigencias y contingencias que aparecen día tras día. Una cosa es habitar el territorio como lugar de encuentro y acontecimiento y otra es lo que se experimenta estética y emocionalmente según las creencias y significados que dan soporte a la existencia.

    Por ello, pensar el territorio a través del arte invita a salir de los preceptos culturales y espaciales para atreverse a ver las sincronías y disfuncionalidades que surgen en las relaciones con otras lógicas territoriales. Aquí hablamos del campo y la ciudad, y de las consecuencias particulares que se han creado en torno al conflicto armado en Colombia y que aún, después del acuerdo de paz, siguen sin soluciones concretas. Generalmente los artistas se interesan en mostrar las consecuencias porque son más palpables y pueden ser registradas y reconocidas en la obra de arte, pues sus causas son tan complejas y etéreas que es muy difícil pensar en imágenes que las sinteticen.

    También hablamos de los procesos que se han generado por la globalización y la apertura a todo lo que sucede a escala planetaria. La avalancha de conocimientos, informaciones y creencias, sin descuidar motivaciones, deseos y esperanzas de culturas y sociedades asentadas en territorios distantes y casi inalcanzables, también se filtran, sin darnos cuenta, en las obras de arte que parecen autóctonas de algún territorio particular del país. Parece que es cada vez es menos probable que el arte se refiera al terruño del artista, sin que exista alguna versión foránea que influya en la interpretación algún aspecto en particular. Pensemos, por ejemplo, la aparición de las chaquiras en el proceso artesanal de las comunidades indígenas del Putumayo.




    Recordemos la abrumadora historia del narcotráfico y el despojó de tierras que implicó y su similitud al proceso de colonización que padecieron los muiscas con la llegada de los españoles en la obra Balsa precolombina, de Jaime Martínez. Observemos el Chinkungunya metálico, de César Giraldo y su clara relación con las epidemias trasnacionales como la que se vive hoy, el coronavirus. Analicemos el sincretismo de ¡Yo sigo reinando!, obra de Nohora González. Empaticemos con la profunda tristeza que trasmite la talla en madera de Pablo Córdoba, Ya lo malo pasó. Disfrutemos con el agudo humor de la experiencia globalizadora de Paisanos Now, de Daniela Varcárcel y, busquemos información sobre las profundas consecuencias que acompañan a la industria multinacional de alimentos, que nos sugieren las papas Pringles en la obra de Giovanny Pinto, llamada El imaginario, la brecha.


    Las obras mencionadas y otras más nos hablan de territorios fértiles más allá de la agricultura, pues las lógicas de la identidad y los patrimonios culturales están siendo expuestas a infinitas novedades que suscitan reacciones protectoras. La novedad exige herramientas de comprensión que probablemente no existen en las comunidades. Otro es el entramado de nuevos valores que aparecen y que se aceptan de manera acrítica. Valores como la productividad, la competitividad y la estandarización se presentan como los grandes redentores de las comunidades tradicionales ¿acaso no existía una economía basada en el trabajo y el intercambio que mantenía el equilibrio entre los territorios? ¿para qué competir si se logran mayores cosas con la dinámica solidaria? ¿por qué tenemos que ser iguales, si en nuestras diferencias es donde se sustenta la riqueza cultural de los pueblos? Todas estas son versiones de lo que trasmite el arte, pues sus claves representativas y simbólicas permiten abordar este tipo de complejidades y que cada vez son más recurrentes en los territorios.

¿QUÉ TIPO DE SINCRONÍAS Y DISCONTINUIDADES PERCIBES EN LAS OBRAS PRESENTADAS EN EL SALÓN BAT?

3 comentarios:

  1. Comentario de Hernándo Zambrano:
    Con el concurso BAT de arte ayuda a mantener la cultura y la identidad de los pueblos

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    1. Con esta filosofía,el concurso del BAT, cada vez mas snob,alienado,y pervertido, con ese consumismo y mercantilismo que todo lo mira a través del dinero, la productividad y la eficiencia y según un modelo de desarrollo que se nos ha impuesto, vemos como cada vez mas se socava la identidad cultural de los colombianos, sus valores éticos y estéticos, su patrimonio cultural y su memoria histórica.

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  2. Bien por el concurso del salon BAT que ayuda a que respetemos y queramos nuestras costumbres autoctonas, y que la actual sociedad la ve con ojos no muy amables

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