lunes, 23 de septiembre de 2019

BELLEZA ALQUÍMICA




Por: Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT Colombia

En época de los alquimistas el fuego era el elemento que depuraba o evaporaba las experimentaciones apasionadas. La alquimia no se afanaba por transformar la materia, se preocupaba por purificarla. Por ello, la práctica del alquimista no es un proceso intelectual que busca una verdad científica, es más bien una iniciación moral que intenta expiar el alma. La cosmovisión alquímica entiende que el hombre alcanza la perfección en la medida que se esfuerza por descubrir la sabiduría contenida en la imperfección. En otras palabras, la búsqueda de sabiduría es una acción ética que encuentra su mejor expresión en la belleza.

¿Es la belleza alquímica el objetivo del arte actual? Cada vez es más evidente que una obra de arte, como expresión máxima del espíritu artístico, no tiene ningún valor social ni cultural intrínseco definido. Sobre todo, cuando sabemos que los talleres de los artistas, las bodegas de coleccionistas y museos están llenas de obras que son ignoradas por la sociedad. Una obra requiere atravesar por filtros que puedan avalar su rol dentro de la comunidad. Precisa de la intervención institucional, del trabajo académico y promocional que le permita presentarse al público. Esto invita a considerar que experimentar la belleza alquímica frente a una obra de arte requiere un proceso complejo en el que intervienen muchos actores y que el espectador es quien, en últimas, confirma tal sentimiento.

Para que la belleza alquímica pueda considerarse un sentimiento que pueda sentir cualquier persona exige, en primer lugar, una disposición contemplativa y, posteriormente, algún grado de voluntad para racionalizar sus propias percepciones. Por ello, la interacción directa obra-espectador sede espacio a intermediaciones conceptual, descriptiva y pedagógica, que acompañan las exposiciones, para adicionar elementos de análisis e interpretación que el espectador pueda asumir como propios y así activar su intención mayéutica para explicar la obra que contempla. En consecuencia, introducir la posibilidad de percibir la belleza alquímica supone trascender la trilogía artista-obra-espectador debido a que representa un esquema cerrado para condensar todo el proceso que implica la aparición y permanencia de una obra de arte en la sociedad.

Considerar la belleza alquímica requiere plantear un esquema que, si bien puede diferenciar claramente las diversas etapas del arte, también permite proponer una metodología que ayude a examinar los aspectos afectivos, cognitivos y semánticos que permanecen implícitos en el transcurso de todo el proceso. El esquema formula vínculos entre: 1. La motivación intuitiva y creativa del artista en la realización de su obra (artista-obra); 2. La articulación entre la reflexión teórica y la difusión de la propuesta artística (curaduría-institución) y; 3. La correspondencia entre los supuestos simbólicos y pedagógicos de las exposiciones y las preferencias del público (espectador-autoformación). Todo esto conmina a estructurar una propuesta teórica que permita auscultar el mecanismo procesual del arte, para presentar directrices que alivianen el camino para acercarse a él y comprenderlo, tanto el objeto artístico, como en sus interrelaciones con los distintos contextos en los que pueda ser presentado.

Para hilvanar el amplio espectro de influencia del arte, debemos entender que sus estrategias comunicativas operan como una forma de regulación afectiva, que desemboca en la presentación de un conocimiento simbólico. Ello implica, una voluntad de aprendizaje que puede desarrollar diferentes representaciones del mundo, procurando comportamientos, afecciones y rechazos. Esto justifica, la cada vez más insistente idea de que el arte puede crear mundos nuevos y alternativos porque éste, como una forma de cognición, no obedece a la mera representación de una realidad contextual, sino que en su proceso de adecuación insiste en una organización radical de cómo se siente, se comprende y se actúa en cada entorno.

Por consiguiente, desarrollar estrategias para impulsar la belleza alquímica como un objetivo de la contemplación del arte implica pensar la tarea curatorial y promocional de las exposiciones como un esquema de apoyos para que el espectador estimule su capacidad mayéutica y en su recorrido alcance la regulación afectiva necesaria para crear su propio conocimiento. Así, sin que el espectador se sienta obligado, la conciencia hace pequeñas correcciones sobre la interpretación de su realidad y, por ende, de los valores que lo impulsan. Adicionalmente, impulsar la experimentación de la belleza alquímica invita al artista a desprenderse de sus preferencias y aversiones para contemplar su obra en un marco de referencias distinto y a visualizar la vitalidad intrínseca de su obra, de tal modo que, como los alquimistas, pueda purificar su arte y expiar su espíritu.

¿ES LA BELLEZA ALQUÍMICA UN OBJETIVO DEL ARTE ACTUAL?