lunes, 12 de julio de 2021

ESTETIZACIÓN, MISERIA COGNITIVA Y ESTANDARIZACIÓN

 

Por: Elkin Bolaño Vásquez

Coordinador Educativo. Fundación BAT

El derroche de estrategias de la mercadotecnia para la estetización de la vida, entendida como la imposición de la apariencia como requisito de una vida satisfecha, es una versión contraria de los efectos emocionales que surgen del contacto con experiencias y procesos artísticos. El monopolio que ha creado el mercado entre la economía, la política y tecnología para poner las emociones básicas al servicio del consumo repercute en la configuración y reforzamiento de una miseria cognitiva, que se diversifica con la renovación permanente de artefactos y servicios estandarizados, termina por reducir las posibilidades de encontrar riqueza semántica en las valoraciones de la novedad. En este sentido, estetización, miseria cognitiva y estandarización son medios que reducen en la mayoría de las personas, las posibilidades de desarrollar las capacidades que se requieren para ser sujeto activo de la era del conocimiento: la imaginación, la creatividad y la innovación.

La versión capitalista de la economía creativa, que en su propia enunciación se presenta distópica, promulga “inversiones de riesgo” intangible. Sus apuestas son especulativas porque no pasan de ser maniobras semejantes a las de la bolsa. No obstante, la intangibilidad del conocimiento, la imaginación y la creatividad no gozan del mismo valor. En este sentido, podemos afirmar que la sociedad del siglo XXI basa todo su dinamismo en la libertad de transmutación que tiene lo intangible sólo si este puede ser monetizable porque, a fin de cuentas, la intangibilidad es valorada como resultado comercializable y no como un proceso que es el cimiento que la sustenta, pero que se escapa de lo cuantificable.

Otro espejismo cegador es la creencia según la cual la creatividad y la innovación tienen como meta el futuro. El presente se difumina y el pasado se entiende como un lastre que hay que eliminar. Pese a ello, es la comparación entre el futuro como posibilidad, el presente como condición y el pasado como germen, que aquellas dos desarrollan su potencial. El propósito ya no se reduce a la transformación del mundo, sino a la creación de otros. Es claro que la noción de temporalidad en la imaginación y la creatividad es radicalmente opuesta a la que impone el mercado a través de la estetización, la miseria cognitiva y la estandarización. Y es en esta opción alternativa de la vivencia del tiempo donde surge la transformación de la compresión, el comportamiento y la creación de otras realidades. Así, la imaginación y la creatividad convierten sus versiones subjetivas de vivencia espacial, en lo que entendemos como sociedad, cultura y territorio. Pero si bien, estos espacios suponen formas de materialización y reproducción, recordemos el potencial de la intangibilidad en su versión procesual, que hace del espacio imaginativo (virtual y ficcional) un recurso transformador que no está limitado por fronteras, leyes o idiomas.

En la era del conocimiento los dogmatismos pierden cada vez más influencia. No hay valores universales que puedan dar respuesta a problemáticas particulares. Por ello la creatividad y la innovación se venden como fórmulas que, distintas de los dogmas, no necesitan de la ritualización y el sacrificio, sino sólo de dinero. Por consiguiente, parte de las paradojas del mundo contemporáneo es que la estetización, la miseria cognitiva y la estandarización se evalúan éticamente, proponiendo a las sociedades que aun confían en la humanidad de lo humano, fortalecer el pensamiento crítico, contextual y paradójico, lo que introduce una interrogante fundamental ¿son, en sí mismas, la creatividad y la innovación convenientes para la evolución de lo humano?

Si relacionamos la respuesta con el antagonismo innecesario entre el resultado y el proceso surgen dos opciones. Consideremos el “fracaso” como eje sustancial de este tema. Thomas Alva Edison responde de la siguiente manera a una pregunta suspicaz hecha por un periodista: "No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla." La pregunta surge de la orilla del resultado, mientras la respuesta se sustenta en el proceso, haciendo evidente la importancia del tiempo en la maduración de ideas que puedan convertirse en innovación. De hecho, para especificar aún más este tema, habría que entender que la creatividad es el proceso cognitivo que sustenta la innovación como resultado.  

Aceptar que la estetización, la miseria cognitiva y la estandarización son medios para la pauperización del desarrollo de lo humano, hace patente que el esfuerzo de reivindicación de la función social de las artes, no depende de un trabajo de investigación científica o teórico-práctica en las universidades, tampoco de implementar estrategias de comercialización de productos y servicios en las industrias culturales o de aumentar el prestigio de las instituciones y especialistas que las promueven, sino de transfigurar las emociones y los comportamientos impulsivos, que aprovecha el consumo, en emociones y comportamientos reflexivos y comprensivos que creen tensiones y diálogos para desarrollar procesos cognitivos profundos y transformadores.

Esta pretendida competencia entre la mercadotecnia y las artes es profundamente dispar, porque la primera con recursos casi infinitos de la publicidad, los medios de comunicación masivos, las redes sociales y la programación neurolingüística, domina la totalidad de las percepciones de las mayorías demográficas, mientras las artes con el cada vez más exiguo apoyo estatal y económico al sistema educativo y a la infraestructura artística y cultural representado en bibliotecas, museos, teatros y salas de concierto, sólo puede aspirar a retener su nicho de espectadores. En última instancia, parece que la pereza sináptica, que es consecuencia de las tres estrategias mencionadas, suma otra versión semántica en la disputa pobreza-riqueza, que ha impuesto el “libre mercado”.