sábado, 9 de julio de 2022

¿QUÉ HACEN LOS ARTISTAS?

 

Por: Elkin Bolaño Vásquez

Coordinador educativo. Fundación BAT

En un artículo anterior analicé distintos aspectos de la palabra artista, donde mencionaba las trampas de autosuficiencia que surgen desde las vanguardias artísticas, el antagonismo entre la idea y el oficio, y pretensión abarcadora de poder usar cualquier medio de elaboración sin conocerlo y sólo pagando a alguien más. Esta descripción me permite plantear la siguiente pregunta ¿es la definición de artista una forma de construir un fetiche?

Lo primero que se debe aclarar es que el fetiche abarca muchos más aspectos que la sexualidad. En su libro El sublime objeto de la ideología, Slavoj Zizek explica, que un fetiche es todo aquello a lo que se le atribuye cualidades que no tiene y por las cuales se valora su uso, creando significados colectivos que circulan y se atribuyen libremente que, en el este caso de la definición de artista, supone algo más que una función social.

Si observamos el mundo del arte y sus distintos roles, podremos notar que sus definiciones suponen tipos de adaptación que ya no se limitan a la interacción entre personas, sino que adquiere más importancia la relación con los objetos artísticos y las circunstancias que las vinculan.  Por ello, los artistas ya no están definidos por la destreza, la observación y la síntesis reflexiva, sino que sus roles se establecen por aspectos extra-artísticos que, en casos extremos, pueden alcanzar la idolatría o la estigmatización.

Otro aspecto a considerar para establecer si el uso de la palabra artista supone la elaboración de un fetiche, lo podemos encontrar en el libro Prosaica I, de Katya Mandoki, donde sostiene que la estética tiene “un papel primordial en la construcción y presentación de las identidades sociales”, porque crea significados que dan coherencia y adhesión en las comunidades, estableciendo las funciones y alcances que tienen los oficios, especialmente los que están por fuera de la solución de necesidades básicas.

En tal sentido, la estética permite al ser humano atribuir significados a los objetos según las funciones que cumplen que, en el caso del arte, supone la afectación de procesos cognitivos en los que se relacionan las emociones y la razón. Esto explica, según Mandoki, que el animismo que se atribuye a las culturas primitivas, es un recurso del que todos disponemos y usamos actualmente, porque en nuestras conversaciones diarias, otorgamos características antropomorfas a las cosas, adjudicándose cualidades humanas sin darnos cuenta. El ejemplo más recurrente en el arte, es cuando tenemos alguna atracción especial hacia una obra porque “parece que nos hablara”.

Tal antropomorfización, es un efecto del lenguaje, similar a la forma como se usa el fetiche de manera diaria. Efecto del lenguaje que, según Mandoki, es imposible evitar, pero que no se debe confundir con hechos de la realidad porque, tanto el animismo como el fetiche no son modos de ser, sino modos de hablar que disfrazan hechos de la realidad.

En tal sentido, disfrazar, crear, denunciar o mostrar la crudeza de fragmentos de realidad que pueden sustraer los artistas para descontextualizarlos y proponer otros enfoques de comprensión son estrategias artísticas de indudable valor semántico que no se deben confundir con la definición de la palabra artista, debido a algunas de ellas se presentan narcisistas y autosuficientes. “Arte es lo que hacen los artistas, el problema es saber quién es artista”.

La primera parte de tal definición supone que un artista puede surgir sin haber creado arte. Primero el artista y luego el arte, como si este último no fuera el resultado de un proceso que se gesta durante largos periodos de tiempo que terminan por validar la atribución de este adjetivo a una persona. La segunda parte parece otorgar poder de nombramiento, de otorgar tal categoría sin saber, a ciencia cierta, cuáles son los criterios para ello.

Hasta aquí, parece que la palabra artista es un modo de construir fetiches. Pero no todo lo referente al fetiche es negativo, debido a que cumple una función vital en la vida cotidiana porque nos obliga a esforzarnos para cumplir con sus expectativas. El fetiche, al fin de cuentas, permite pertenecer y el artista intenta hacer lo necesario para alcanzar el reconocimiento que promete el mundo del arte. Pero hacer lo necesario no es lo mismo que hacer arte y en un segmento del arte contemporáneo es evidente. En consecuencia, existe arte sin artistas al tiempo que existen artistas sin arte.