martes, 13 de febrero de 2018

EL ARTISTA Y SU COMUNIDAD

Por: Elkin Bolaño Vásquez
Coordinador Salón BAT de arte popular

Los artistas autodidactas son hombres y mujeres que descubren saberes en las contingencias de la vida diaria. Sus capacidades no se estimulan con las lógicas y prerrequisitos de la educación formal. Ellos se atreven a indagar entre sus deseos y dudas las situaciones en la que la voluntad se siente cómoda. Generalmente esta labor la procesan solos, lo que hace que el reconocimiento a su trabajo se aloje en la profundidad de su ser. En ocasiones encuentran apoyos desinteresados que los animan a mejorar sus técnicas e ideas. Rara vez se benefician de asesorías especializadas, situación que dificulta sus procesos de adaptación en relación con las transformaciones insistentes del universo del arte.

Ello quiere decir que sus influencias, marcos de referencia e ideas vitales se alimentan del influjo de informaciones disímiles y contrapuestas, de redes informales de amigos, familiares, compañeros de trabajo y juerga que matizan y ponen en entredicho sus expectativas artísticas. Por ello, la voluntad de estos artistas tiene como tarea fundamental sortear los obstáculos y tergiversaciones que la comunidad, ajena al mundo de arte, les impone. En este sentido, los contenidos que se solapan en las acciones artísticas populares se afirman en una observación profunda de la vida cotidiana, con las cual es posible canalizar las esperanzas e inquietudes más arraigadas.

El acervo biográfico también pone en evidencia el marco de acción que tienen las esferas sociales en el desarrollo creativo de los artistas. La familia, el barrio y la escuela son lugares de encuentro en los que las personas estructuran sus preferencias, sus necesidades de expresión, sus limitaciones de enunciación y la búsqueda de saberes que consoliden su singularidad frente a los demás miembros de la comunidad.

Si los ideales de la cultura popular están afianzados en la mayoría de los miembros de la comunidad, sus manifestaciones artísticas provienen de una minoría que tiene la voluntad de indagar sobre los supuestos que llenan de dificultades su entorno social. Dicha voluntad debe su energía a la acumulación de experiencias y sentimientos que impulsan a descubrir alternativas que permitan desarrollar y mostrar las inconformidades o las alegrías que permanecen ocultas. Vivir, sentir y adaptarse a lo popular depende de encontrar en la tradición los beneficios de su legado, en relación con la incertidumbre que trae consigo las coyunturas actuales. Lo popular es adaptarse al devenir del día a día.

De esta manera, el resultado del arte popular surge de este pequeño grupo de personas que tienen dificultad para comunicar sus puntos de vista por medio de la tradición oral. Prefieren recurrir a la utilización de imágenes, que habitualmente se reconocen con facilidad y con las cuales elaboran analogías que permiten comunicarse con honestidad, sin el temor de ser censurados, malinterpretados e incluso ser objetos de burla. Aquí cabe destacar la importancia del virtuosismo, pues entre más depurada sea la técnica, tanto las tradicionales como las innovadoras, alcanza mayores reconocimientos estéticos y por consiguiente su contenido semántico gozará de amplias discusiones.

El universo simbólico de la cultura popular ayuda al artista autodidacta a trastocar los significados. Sin embargo, esta permisividad no es la derivación de una mente abierta de lo popular, se debe a que, como lo explica José Joaquín Brunner en su libro Un espejo trizado, las movilizaciones del campo a la ciudad, situación recurrente en Colombia, generan desarraigo, no sólo de la tierra y de las familias, sino también de las tradiciones, del capital cultural y simbólico. En el ambiente escolar, en el impacto de los medios masivos de comunicación, en las exigencias de las pujas urbanas las clases populares deben reescribir su estructura psicológica para adaptarse y sobrevivir.

En suma, es importante destacar que la capacidad adaptativa de la cultura popular deviene de su carácter no-organizativo, pues ella adolece de programas que delimitan la acción y esta es su radical diferencia con la cultura hegemónica. Hegemonía implica institucionalización, es decir, una programación en donde los bienes culturales son el resultado de un proyecto controlado. Por otro lado, desde el punto de vista cognitivo, la cultura popular al ser maleable y adaptativa se alimenta de consciencias dispersas, fragmentarias y heterogéneas. Consciencias que se potencializan con la voluntad del artista autodidacta, pues son tomadas por la institucionalidad como resistencias en contra de la estandarización.


¿EN TU TRABAJO ARTÍSTICO, CÓMO RELACIONAS LA INFORMACIÓN ESPECIALIZADA CON LOS AVATARES DE LA VIDA DIARIA?