jueves, 5 de diciembre de 2019

SOLIDARIDADES ENTRE ARTE Y ARTESANÍA



Por: Elkin Bolaño Vasquez
Fundación BAT

Empeñada en la promoción de las habilidades de los artistas empíricos, la Fundación BAT Colombia ofrece para Expoartesanías 2019 un diálogo entre las potencialidades que tienen los materiales tradicionales de la artesanía para acercarse al arte y la intuición creativa que busca resultados cercanos a la estética contemporánea. Durante los 15 años de observación directa del arte popular en Colombia se reconoce el esfuerzo de trasformación de materiales que se imponen los artesanos y artistas para perfecciona sus resultados. Exigencia que se percibe, por un lado, en que los primeros busquen con más ahínco transitar el camino hacia el arte y, en la otra orilla, los segundos experimenten con mayor entusiasmo las tropiezos y fragilidades que caracterizan los materiales.

En ese mismo espíritu de diálogo se presentan trabajos de artistas de Colombia y Venezuela que las fundaciones BAT y Bigott han promocionado y con los cuales se representa la transición de la artesanía hacia el arte y la manifestación de lo tradicional en clave contemporánea. Los artistas apoyados por Biggot tienen dos elementos en común. En primer lugar, la representación de la religiosidad popular en su colorido y la propensión al encuentro masivo que la convierte una celebración que alimenta la solidaridad. Orar como se muestra en la serie de Ángeles de María Yolanda Medina, tener posición de sumisión tal como lo representa Cirilo Rodríguez con su obra La Chamicera, insistir en la representación de la Sagrada Familia como lo hace Uvi Díaz se convierten en preludio del trabajo de Palmira Correa cuando se detiene en la versión festiva de sacramentos como el matrimonio o la primera comunión.


El segundo elemento tiene que ver con el deseo de todos estos artistas de transformar los materiales que les ofrece su entorno cotidiano, en especial la madera y la tela.  El uso de estos materiales reafirma que la creatividad aplicada al arte va mucho más allá de la técnica, pues siempre se descubren nuevas formas de interpretar temas comunes. Así la religiosidad popular se convierte en una máquina de ideas que los artistas reconfiguran para crear nuevas propuestas.

En el caso de Colombia fueron convocados los siguientes artistas: Nohra González Reyes, identifica que su interés por la iconografía religiosa se origina en la huella que dejó el habitar todas sus vacaciones de infancia el almacén de artículos religiosos propiedad de una tía en Sogamoso. Los corazones que propone surgen de los nuevos significados y estados emocionales que se atribuyen a esté ícono. Flor Estela Sierra Gallo, talladora incansable que tiene marcada su historia en sus manos. Su voluntad la compara con la decisión de aquellos campesinos que se dirigen a las grandes ciudades con la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida, pero que entre la nostalgia y el agotamiento por ofrecer su mejor esfuerzo no son reconocidos por la urbe que se beneficia de ellos.

María Fernanda Mantilla Silva, volca su aprendizaje universitario para descifrar el encanto de la estética popular que la rodea. Con sus miniaturas busca resaltar la importancia que tiene la economía informal como punto de encuentro de las comunidades. Laura Orjuela Restrepo, por la falta de medios y materiales sofisticados de su origen campesino se propuso enaltecer los colores y las texturas de las hojas propias de su región. Con este material creó un lenguaje de las hojas con el cual intenta contar su propia historia.

Carlos Egidio Moreno Perea, usa la pintura y la escultura para realizar su trabajo y en este se identifica que el potencial humano se circunscribe a la valoración de sus tradiciones, sus narrativas, sus celebraciones, su historia y los presenta con la estética que predomina en la actualidad. Daniel Carvajal Cadavid, debido a una experiencia religiosa que inundó su ser de la compasión de la Virgen decide empeñar sus esfuerzos y conocimientos en su fe y la iconografía católica. En su búsqueda se apropió de la estética de la religiosidad popular y de la versatilidad que la bisutería ofrece.

Cesar Augusto Ortiz, quien se esmera en perfeccionar su técnica de óleo sobre urdimbre, estimula con perspicacia y diversión ese impulso innato de voyerismo que nos hace buscar detrás de cada hilo de sus obras. Gloria Amparo Morales, perfeccionó su técnica al copiar las obras de los grandes maestros del claroscuro. Ahora se dedica a representar la vida tradicional de la costa del pacífico, donde la unión del cielo y mar nos ofrece pistas del infinito y del espíritu que se necesita para habitar ese espacio insondable.

Santiago Cifuentes Mejía, miniaturista virtuoso que combina su visión artística entre un taller de artesanías hechas en resina, el modelado en arcilla y el vaciado en bronce por encargo. Con su arte busca resaltar la cultura de su tierra y para ello busca el detalle identitario del mundo que lo rodea. Luis Nicolás Camargo Pérez, encuentra el soporte de sus obras en objetos de uso cotidiano que hacen parte de las tradiciones tierra. En sus Bateas representa las corralejas y las ruedas de porro que son emblemas distintivos de la costa caribe colombiana.






jueves, 28 de noviembre de 2019

LA SOMBRA DEL DESPLAZAMIENTO


Por: Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT


 Entre el 12 y el 29 de noviembre del año 2019 se llevó a cabo la exposición individual Desplazados del artista empírico César Ortiz Ortega. Oportunidad que surge de una petición que extiende la Procuraduría General de la Nación a la Fundación BAT, pues el Procurador entiende que la obra Desplazados, galardonada con un primer premio en la V versión del Salón de arte popular, podría ser un incentivo para que sus funcionarios y los visitantes recurrentes perciban otros sentidos de las consecuencias de la situación social del país.

Caminar con la parsimonia del caracol que lleva su casa a cuestas sin rumbo fijo, sin destino claro es lo mejor que se puede hacer. Desplazarse no es sólo moverse, es sobrevivir. Es dejar atrás seres queridos, recuerdos, rituales, conversaciones, carcajadas y el terruño. Es hermanar la esperanza y el hambre, mejor aún, es descubrir que viven como siamesas. Los ríos ya no son lugares plácidos de la naturaleza, ahora son fosas comunes, los muros que protegen de los proyectiles errantes, también impiden la huida. Las puertas que prometieron que se abrirían, permanecen cerradas.

Las obras que hacen parte de esta exposición confirman la proclamación del poeta Walt Whitman, que aparece en su libro Hojas de hierba: “A través de mí muchas voces largo tiempo calladas… voces veladas y yo aparto el velo… clarifico y transfiguro”. Lo que nos propone César Ortiz es que escuchemos esas voces. Aquellas ensimismadas que repiten lo que se ha quedado atrás, otras silentes que se esconden en las posturas del cuerpo, algunas más que se armonizan entre sollozos. Más que contemplación visual, que en sí misma es atrayente, estas obras requieren de oídos dispuestos a escuchar las paradojas humanas, donde la muerte y la violencia abundan como sinónimo de protección de la vida.

Hay obras que tienen como referentes la Guerra de los 1000 días, el 9 de abril y la masacre en Bojayá, recordando los hitos históricos de lo que hemos sido capaces de hacer los colombianos hacia nuestro propio pueblo. Otras desdibujan sus espacios de acontecimiento, pues han sucedido tantas veces que saturaron todo el territorio nacional. También hablan de la imposibilidad de la despedida, de las voces de clamor que recorren parajes de la naturaleza que antes se visitaban para el deleite del espíritu, ahora colman el espacio de la vida con una bruma enrarecida. Los árboles, tótems verticales, son reemplazados por monolitos de concreto que contienen voces pregrabadas que se repiten persistentemente alrededor. El clamor fue ahogado por los anuncios de televisión y en ellos no hay bienvenidas ni hasta luego.

Otro aspecto que inspira la reflexión es el impedimento de dejar atrás el pasado. Transitar para sobrevivir marca surcos en la tierra y deja huellas, pero no sólo en el camino, también en el cerebro. Los recuerdos de lo sucedido, que son la esencia de la memoria y que no alcanzan a trascender la subjetividad, se han convertido en un escalón infranqueable para construir la verdad. Por eso algunos confían que trabajar para sobrevivir y crea nuevas rutinas ayudará a desdibujar los estigmas que les han impuesto. Todo se repite y se tergiversa cuando el certificado de defunción es el único garante de nuestra ausencia. No hay otro documento escrito que hable de nuestra historia, pero el arte confía que la puede relatar.

Este artista bogotano que adquirió conocimientos básicos sobre la producción de tela cuando cursó un par de semestres de diseño textil, descubrió en la urdimbre, independiente de la trama (nombres técnicos de los hilos que componen vertical y horizontalmente la tela), un elemento esencial en su innovación técnica, pues el óleo sobre urdimbre demuestra que la pintura tridimensional si es posible. Su técnica oculta y devela, crea sombras sobre el anonimato lo que termina por enrarecer un más su condición. Hay un trasfondo que exige atención para su comprensión. Esta exposición es un preámbulo para desvanecer las sombras que siguen fielmente el desprestigio que sufren aquellos que enfrentan las consecuencias del fenómeno del desplazamiento.

César Ortiz también fue galardonado con el Gran Premio del VI Salón BAT de arte popular.

sábado, 9 de noviembre de 2019

PREMIACIÓN VI Salón BAT

CONTEMPLACIÓN Y “TIEMPO REAL”



Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT

Muchas son las palabras que intentan explicar la intrincada red de relaciones, añoranzas y expectativas que colman los caminos entre el campo y la ciudad. Muchas más son las metáforas que emergen de esta exposición que supo ocupar cada espacio disponible porque el vacío huele a silencio. No es fácil enfrentarse a una exposición con 155 obras, especialmente cuando cada una de ellas se enmarca en ese movimiento obligado que ha vivido todo colombiano en el transcurrir de un siglo. El desplazamiento, ese movimiento que va y viene, también es un tema obligado para el Salón BAT de arte popular, pero interpretado a partir de un “entre”.
Para esta sexta edición confiábamos en diluir las apologías y las desventuras que puedan contenerse en el tema lo popular entre lo rural y lo urbano, la conjugación que puedan tener esos espacios en el contexto del desplazamiento, pues prevalece la creencia según la cual se desarrollan por separado y con personalidades, incluso, contradictorias. Sin embargo, en ambos casos, el sol aparece después de que muchos han iniciado sus faenas laborales y la noche viene acompañada con luces multicolores que invitan a los espíritus a transformar sus deseos. Deseos “entre” el elogio y el fracaso, esfuerzos “entre” la nostalgia y las proyecciones es lo que salta a la vista al detenernos en los microcosmos que fundan cada una de estas obras, que abren ventanas a la contemplación porque nos trasladan al interior de sus relatos congelados en imágenes.


Un tractor Singer es prudentemente escoltado por una madre indígena en bicicleta, mientras una pareja, amante de la tierra, cuida sus frutos.  Una mesa, que ofrece de plato fuerte un diálogo por décadas esperado, se alza sobre las paradojas de este país dándole la espalda a lo que habría que observar de frente. Buscar acuerdos sobre suposiciones es una ilusión que nace de causas enmohecidas en cajones de escritorio. En estas circunstancias parece que todo está a la mano, pues todo se apila y se junta como si el espacio no fuera suficiente, pero si recordamos las cofradías nacidas en los barrios, antaño clandestinos, o en las veredas anónimas de un mapa, se entiende a cabalidad que la cercanía y lo tumultuoso no es tema espacial, sino la vivencia que equilibra la vida.

De igual manera, el Salón BAT busca hermandades y solidaridades inesperadas entre pequeños grupos de obras que se ponderan entre sí. La repetición es indicio de simetría y con ella se garantiza la armonía que aspira a la belleza. Cajas en las que conviven libros, cajas en las que se resguardan las familias que entremezclan sin esfuerzo el trabajo y la fiesta, evocan formas de vida en las que la contemplación y el “tiempo real” se encuentran en la misma habitación. No sólo se contemplan las montañas o el mar para que el pensamiento se suspenda, el cerebro también siente la parsimonia frente a las pantallas del “tiempo real”, pero no para el equilibrio de las funciones químicas del cuerpo, como sucede con la primera, sino que, en el exceso de estimulación de la experiencia digital, la mente prefiere apagarse para evitar el colapso.

De todo lo anterior y centenares de cosas más nos hablan muchos otros grupos de obras desde los cuales se verifica la recurrencia y la necesidad de observar lo que se hace y se deshace en la vida en común, donde el encuentro es un factor determinante de la misma, pero muchas veces es al mismo tiempo la causa del temor que más acosa.  Esperamos que esta sexta edición del Salón BAT estimule temas de conversación que se meditan en la contemplación y al mismo tiempo impulse la interacción en “tiempo real”.

Ayúdanos a identificar pequeños grupos de obras donde la contemplación y “el tiempo real” se expresen simultáneamente.

martes, 1 de octubre de 2019

BATALLAS DEL ARTE



Por: Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT

En tiempos de paz los hijos sepultan a sus padres, en tiempos de guerra los padres son quienes sepultan a sus hijos. Después de búsquedas incansables, corazones destrozados y calumnias estigmatizantes, las Madres de Soacha lo expresan contundentemente: Nosotras no parimos hijos para la guerra.

¿Qué tiene que ver esto con el arte?

En tiempos de paz y en sociedades inclusivas y democráticas las expresiones artísticas de todo género son apoyadas ampliamente y su mayor promotor es el Estado porque reconoce en ellas formas de pensamiento que se conectan directamente con las fibras más sensibles de los conciudadanos, lo que a la postre contribuye al desarrollo de consciencias sensibles. Sin embargo, en tiempos de guerra y en sociedades excluyentes y hegemónicas el financiamiento de la promoción del arte se disminuye radicalmente hasta el punto que algunas de sus prácticas y temáticas son prohibidas. Para la mentalidad bélica el arte es una especie de virus que debe ser controlado para después soltarlo como un agente patógeno que inocule ideas que favorezcan los intereses del poder. El arte sirve para ambas cosas: para explorar y analizar las profundidades de los fenómenos y con ello estimular mentes críticas y solidarias o para la manipulación y la segregación promoviendo prácticas sectarias donde la unión no es para la cooperación, sino para la destrucción de lo diferente.

Bajo las influencias que pueden tener las tensiones del poder en la tarea artística, las batallas del arte inducen una confrontación entre la cruda realidad que enturbia las intenciones más nobles de la esfera social y el trabajo silencioso del arte que busca desnudar su belleza, pues confía que el trasfondo psicológico, imperfecto y limitado de la sociedad anhela el descubrimiento de un sendero que guíe a la sabiduría para alcanzar de algún tipo de perfección.

En un espacio académico en el que participaron cuatro Madres de Soacha observe que en la narración de sus sufrimientos deambulaban libremente expresiones artísticas que muchos artistas contemporáneos envidiarían. Una de ellas, por la búsqueda de su hijo y su sobrino decidió hacer antifaces en los que aparecen impresos los ojos de sus desaparecidos, para que quienes la escucharan los miraran de frente. Este tipo de “performance” quebró con mucha facilidad el espíritu de los convidados a la cita. Una segunda madre decidió que llevaría su hijo a cuestas con un tatuaje en su brazo. Una tercera prefirió construir un altar (instalación in situ) donde podía conversar todas las noches con su hijo y la última, después de visitar muchas fosas comunes, entendió que la fosa común más grande e inexpugnable de Colombia y que nunca permitirá sacar los moradores de sus entrañas, es el río Magdalena.

En sus narraciones se podían escudriñar situaciones recurrentes y espontáneas que contenían la esencia de sus intereses vitales. Espontáneas porque la conexión emocional permite hablar sin tapujos sobre las preocupaciones y deseos más íntimos. Tal vez la pregunta más significativa y que cambió la dirección del encuentro fue ¿Y pasa con los Padres de Soacha? Fue un llamado de atención que estas madres abnegadas agradecieron.

Las convulsiones emocionales y racionales de este encuentro hacen patente la necesidad de entender el espíritu voyerista del arte con una inagotable curiosidad que se esmera por hacer visibles los pensamientos más intensos y que no son capturados por las paradojas del poder. Voyerista en tanto observador intenso que a pesar de sus propias fragilidades encuentra belleza donde otros sólo ven horrores. Esta es precisamente una de las batallas del arte, mostrar que su voyerismo no es morboso, sino que tiene el potencial de hacer vivir sentimientos inimaginables. Cuando las Madres de Soacha hablan de sus hijos terminan por trasmitir el vacío de sus almas.

¿Cuáles pueden ser las batallas que tienen las obras después que se convierten en capital simbólico público?

Como idea general podemos afirmar que cuando se hacen investigaciones periódicas del arte se pueden descifrar los grados de convulsión que vivía esa sociedad. En este sentido, el arte es testimonio de su época y su estudio invita a una revisión de la historia institucionalizada, pues esta toma la forma del poder que la edita y publica. Las Batallas del arte no se limitan a su producción, pues los artistas han demostrado que la precariedad es un nicho de abundancia para la creatividad. Tampoco a las limitaciones de su divulgación debido a que siempre habrá obras que no alcanzarán la luz en su propia época. Su mayor batalla es dejar de ser percibido como testimonio y memoria, porque esto lo encierra en un carácter subjetivo, y pasar a ser un elemento esencial de la historia porque proporciona un amplio espectro de objetividad.

Contar la historia a través del arte es descifrar un significativo número de obras que se unen en preocupaciones cercanas con interpretaciones desiguales. Mientras que un pintor frota su pincel sobre una superficie plana y un escultor acaricia o cincela la materia maleable con sus manos ¿qué procedimiento usa el artista que se enfrenta a las batallas del arte? Parece que lo único claro es que se necesita de muchas más habilidades que el virtuosismo técnico o la erudición personal.

¿CUÁLES SON TUS BATALLAS?



lunes, 23 de septiembre de 2019

BELLEZA ALQUÍMICA




Por: Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT Colombia

En época de los alquimistas el fuego era el elemento que depuraba o evaporaba las experimentaciones apasionadas. La alquimia no se afanaba por transformar la materia, se preocupaba por purificarla. Por ello, la práctica del alquimista no es un proceso intelectual que busca una verdad científica, es más bien una iniciación moral que intenta expiar el alma. La cosmovisión alquímica entiende que el hombre alcanza la perfección en la medida que se esfuerza por descubrir la sabiduría contenida en la imperfección. En otras palabras, la búsqueda de sabiduría es una acción ética que encuentra su mejor expresión en la belleza.

¿Es la belleza alquímica el objetivo del arte actual? Cada vez es más evidente que una obra de arte, como expresión máxima del espíritu artístico, no tiene ningún valor social ni cultural intrínseco definido. Sobre todo, cuando sabemos que los talleres de los artistas, las bodegas de coleccionistas y museos están llenas de obras que son ignoradas por la sociedad. Una obra requiere atravesar por filtros que puedan avalar su rol dentro de la comunidad. Precisa de la intervención institucional, del trabajo académico y promocional que le permita presentarse al público. Esto invita a considerar que experimentar la belleza alquímica frente a una obra de arte requiere un proceso complejo en el que intervienen muchos actores y que el espectador es quien, en últimas, confirma tal sentimiento.

Para que la belleza alquímica pueda considerarse un sentimiento que pueda sentir cualquier persona exige, en primer lugar, una disposición contemplativa y, posteriormente, algún grado de voluntad para racionalizar sus propias percepciones. Por ello, la interacción directa obra-espectador sede espacio a intermediaciones conceptual, descriptiva y pedagógica, que acompañan las exposiciones, para adicionar elementos de análisis e interpretación que el espectador pueda asumir como propios y así activar su intención mayéutica para explicar la obra que contempla. En consecuencia, introducir la posibilidad de percibir la belleza alquímica supone trascender la trilogía artista-obra-espectador debido a que representa un esquema cerrado para condensar todo el proceso que implica la aparición y permanencia de una obra de arte en la sociedad.

Considerar la belleza alquímica requiere plantear un esquema que, si bien puede diferenciar claramente las diversas etapas del arte, también permite proponer una metodología que ayude a examinar los aspectos afectivos, cognitivos y semánticos que permanecen implícitos en el transcurso de todo el proceso. El esquema formula vínculos entre: 1. La motivación intuitiva y creativa del artista en la realización de su obra (artista-obra); 2. La articulación entre la reflexión teórica y la difusión de la propuesta artística (curaduría-institución) y; 3. La correspondencia entre los supuestos simbólicos y pedagógicos de las exposiciones y las preferencias del público (espectador-autoformación). Todo esto conmina a estructurar una propuesta teórica que permita auscultar el mecanismo procesual del arte, para presentar directrices que alivianen el camino para acercarse a él y comprenderlo, tanto el objeto artístico, como en sus interrelaciones con los distintos contextos en los que pueda ser presentado.

Para hilvanar el amplio espectro de influencia del arte, debemos entender que sus estrategias comunicativas operan como una forma de regulación afectiva, que desemboca en la presentación de un conocimiento simbólico. Ello implica, una voluntad de aprendizaje que puede desarrollar diferentes representaciones del mundo, procurando comportamientos, afecciones y rechazos. Esto justifica, la cada vez más insistente idea de que el arte puede crear mundos nuevos y alternativos porque éste, como una forma de cognición, no obedece a la mera representación de una realidad contextual, sino que en su proceso de adecuación insiste en una organización radical de cómo se siente, se comprende y se actúa en cada entorno.

Por consiguiente, desarrollar estrategias para impulsar la belleza alquímica como un objetivo de la contemplación del arte implica pensar la tarea curatorial y promocional de las exposiciones como un esquema de apoyos para que el espectador estimule su capacidad mayéutica y en su recorrido alcance la regulación afectiva necesaria para crear su propio conocimiento. Así, sin que el espectador se sienta obligado, la conciencia hace pequeñas correcciones sobre la interpretación de su realidad y, por ende, de los valores que lo impulsan. Adicionalmente, impulsar la experimentación de la belleza alquímica invita al artista a desprenderse de sus preferencias y aversiones para contemplar su obra en un marco de referencias distinto y a visualizar la vitalidad intrínseca de su obra, de tal modo que, como los alquimistas, pueda purificar su arte y expiar su espíritu.

¿ES LA BELLEZA ALQUÍMICA UN OBJETIVO DEL ARTE ACTUAL?


jueves, 15 de agosto de 2019

INVESTIGACIÓN ARTÍSTICA

Por: Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT

Explorar y perfeccionar la transformación de materiales requiere la inversión de mucho tiempo y esfuerzo que no sólo desemboca en la acumulación de conocimientos y habilidades, sino que implica almacenar una cantidad significativa de pinturas, dibujos, ensamblajes y objetos experimentales que llenan rincones, muros y habitaciones del espacio vital que se comparte con la familia. Sin embargo, hablar de habilidades y procesos artísticos es remitirse al modelo preponderante que explica los factores cognitivos y sociales que intervienen.

Desde el punto de vista de los procesos mentales se indaga sobre la forma como se estructuran las formas de pensar, tema que explica extensamente Howard Gardner a través de su estudio de las inteligencias múltiples. Otro tanto se explica desde el entramado psicológico y la voluntad que impulsa, aspecto que acapara un espacio significativo del psicoanálisis. No obstante, cabe preguntase sobre los parámetros con los que los artistas interpretan los acontecimientos, si sus intenciones obedecen al descubrimiento de una óptima traducción artística o si desean conocer a profundidad la situación analizada. No es que estas perspectivas se nieguen entre sí, pero tampoco existe una correlación directa entre una y otra, sólo se unen en el interés que motiva a la voluntad artística.

En relación con las circunstancias sociales los artistas dependen de la infraestructura cultural[1] que está compuesta de espacios de promoción (museos, bibliotecas, etc.), de la industria cultura[2] y del mercado[3]. Comercializar las obras es tan importante con participar en exposiciones, pues es otra de las maneras de valorar la acumulación de conocimiento y obras de los artistas. El arte se empeña en transformar materiales y esto obliga al artista a invertir recursos económicos para comprar lo necesario: pintura, madera, tela, pegantes, etc. Por consiguiente, si el artista invierte dinero, tiempo y conocimiento en su trabajo se espera que el siguiente paso sea que pueda obtener una retribución justa por su labor.

El tiempo invertido en la investigación artística no solamente habla de la acumulación de experiencias que desemboquen en algún grado de virtuosismo, también necesita aprender a conocer las distintas variables que otorgan al arte un valor social, pues sin este se reducen las posibilidades de reconocer su trascendencia, especialmente en la actualidad cuando cada aspecto de la vida pretende ser regido por las lógicas del mercado. Pese a ello, y sin que lo anterior adquiera un matiz negativo, es importante reconocer que el artista al vender su arte entra en una lógica que lo obliga a equilibrar el sostenimiento y la renovación del estilo propio, pues hay que seguir comercializando lo que se vende y al mismo tiempo introducir novedades para alcanzar nuevos compradores.

Ejemplos de dicho equilibrio o la incapacidad de lograrlo se reconocen en dos casos paradigmáticos. Picasso uno de los artistas más reconocidos, quien vivió en una opulencia económica por el precio de sus obras, se atrevió a cambiar radicalmente el lenguaje con el que fue aceptado inicialmente en el mundo del arte e introdujo una de las rupturas más significativas de las vanguardias artísticas de la primera mitad del siglo XX, el cubismo, con el cuál creó su obra más emblemática Guernica. Otro caso es Van Gogh quien vivió en la miseria y cuyo reconocimiento llegó después de su fallecimiento. Su esquizofrenia ocultó la fuerza de sus obras porque el drama de su enfermedad, según las ideas románticas del momento, no compaginaba con las características del genio de los grandes maestros de la historia del arte universal. Su legado no tiene comparación porque su voluntad artística intentó exorcizar sus demonios con la búsqueda de la pureza del arte.

Si bien el objetivo primario de la investigación artística para la producción de arte no es la venta, si es un eslabón indispensable para que su aura de sublimación siga enriqueciendo las diversas formas de darle trascendentalidad a la humanidad. Las biografías de los pintores mencionados demuestran que el valor del arte no radica en los artistas sino en la sumatoria y articulación de las múltiples valoraciones de especialistas, instituciones, coleccionistas, otros artistas, compradores y el público.


¿DE QUÉ MANERA LA BIOGRAFÍA DE UN ARTISTA OTORGA VALOR A SU ARTE?


lunes, 8 de julio de 2019

CIUDADANÍA CULTURAL. La apuesta de Antanas Mockus




Por: Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT Colombia

Una de las primeras preocupaciones de Mockus, mientras fue alcalde de Bogotá entre los años 1995 y 1998, fue el alto índice de muertes violentas en la ciudad. Para ello ideó el programa Cultura ciudadana con el que combatió la “violencia física” con “violencia simbólica”[1], que es aquella “acción deliberada que apunta a transformar significados, a ´hacer pensar´, a someter a situaciones de perturbación las identidades, las relaciones, los límites del comportamiento esperado y/o aceptado”. Para llevar a cabo el programa se utilizaron iniciativas cuyos nombres funcionan como metáforas: Ley Zanahoria, Caballeros de la cebra, Ley optimista, Tarjetas y mimos, Estrellas negras, Croactividad, Desarme voluntario, Chaleco antibalas, Pirinola: todos ponen, Espadas de plásticos. Como componente adicional hubo la necesidad de crear un instrumento de análisis denominado Colcordia[2] donde se indican los resultados del programa.

Para explicar los resultados del informe se presentan 5 conclusiones: 1. La capacidad de celebrar y cumplir acuerdos, 2. La anomia, 3. La aversión a las normas, 4. El pluralismo y 5. El descuido. Estas conclusiones tienen como común denominador la disposición emocional de las personas para comprender las consecuencias que tiene el comportamiento individual en las dinámicas sociales. En otras palabras, podemos hablar de una alfabetización estética que requiere parámetros para configurar una estructura afectiva que consolide la convivencia, pues las emociones se regulan con los comportamientos que avalan los valores morales y las tradiciones culturales. Esto está en correspondencia con procesos pedagógicos que motivan del pensamiento crítico y la expresión simbólica, lo que explica la elección de los nombres de las iniciativas de la Cultura ciudadana, porque obliga a los ciudadanos a pensar y analizar tales metáforas.

Adicionalmente, el informe propone que la convivencia no es únicamente la ausencia de violencia, que es el indicativo que más se buscaba disminuir, sino que también se puede caracterizar en otras dos circunstancias: la primera se refiere al logro de gratificaciones tras la disminución de castigos y la segunda es la regulación moral. En este sentido, el programa Cultura ciudadana alcanza mayor injerencia cuando las regulaciones sociales se dan en el orden de lo cultural y en menor proporción en el orden legal, lo que recuerda a Aristóteles cuando hace énfasis en la mayor importancia que tienen las reglas consuetudinarias en comparación con las normas escritas.

Teniendo en cuenta lo anterior, la ciudadanía cultural tiene un valor intrínseco que muestra que la estética y la ética se expresan en los comportamientos y las relaciones de las personas que confían más en las propias creencias que en las normas legales. La ciudadanía cultural es el resultado de una amplia difusión de la alfabetización estética que se podría definir en 5 características:

1. Los comportamientos sociales, además de las circunstancias materiales, económicas y políticas también dependen de las connotaciones estéticas y éticas que se fundamentan en tradiciones  las culturales y los valores morales que las costumbres producen.
2. Transformar la “violencia física” por medio de la “violencia simbólica” implica reconocer el potencial el pensamiento crítico y simbólico para introducir interpretaciones alternas del fenómeno.
3. Reconciliar al individuo con las exigencias sociales requiere reivindicar la cotidianidad y el sistema cultural dentro del orden legal. Esto conlleva a una armonización entre la vida diaria y la estructura legal.
4. La creatividad como elemento intrínseco de consciencia estética, amplía las posibilidades interpretativas de la vida, permitiendo adaptaciones más coherentes con las exigencias del mundo actual.
5. Con las diversificaciones del pensamiento crítico y simbólico el hombre común puede descubrir nuevos sentimientos y comprensiones sobre su poder de afectar positiva o negativamente su colectividad.

La ciudadanía cultural es el derecho que tienen las comunidades para constituir, divulgar y conservar sus hábitos y tradiciones, y también la posibilidad de adaptación de sus normas consuetudinarias a las exigencias de los intercambios culturales. La ciudadanía cultural más que un derecho legislativo formal, es un estado de empatía social que se constituye sobre la base de una alfabetización estética que reduce la jerarquía de las relaciones sociales.

¿CÓMO IMPACTA TU ALFABETIZACIÓN ESTÉTICA EN LA CONSOLIDACIÓN DE UNA CIUDADANÍA CULTURAL?




[1] Este es un concepto propuesto por el sociólogo francés Pierre Bourdieu en su libro: Bourdieu, P., y Passeron, J.C. (1979). La reproducción. Elementos para una teoría de la enseñanza. Barcelona: Laia. Libro I, Fundamentos de una teoría de la violencia simbólica, pp. 39-107.

[2] Mockus A., y Corzo, J. (2003). Cumplir para convivir: factores de convivencia y su relación con las normas y acuerdos. Bogotá, Colombia: Universidad Nacional de Colombia. Instituto de estudios políticos y Relaciones internacionales. Unibiblos.

viernes, 14 de junio de 2019

ARTE Y MEDIO AMBIENTE



Por: Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT

La ciencia ha documentado, por más de medio siglo, la huella que el ser humano a tallado en los ciclos físicos y químicos de la naturaleza. Sin embargo, esa montaña de información, variada y disímil, parece un iceberg por la visión fría e instrumental con la que reaccionamos frente a sus explicaciones. Nuestra compresión sobre la Tierra demuestra que el conocimiento no es suficiente para generar un cambio de actitud. Sentir es más importante y si ese sentimiento está informado, mucho mejor. Es precisamente en esta fractura entre sentir y saber dónde el arte encuentra su espacio de acción y enunciación. El arte dice más que lo que muestra por su habilidad de crear metáforas, pero, sobre todo, cuando capta la atención de un individuo, crea en este la necesidad de explicar aquello que siente. Sencillo giro de tuerca que muestra el error con el que generalmente aceptamos las cosas.

El presente artículo se basa en la Tesis Doctoral de Pilar Soto titulada Arte, ecología y consciencia. Propuestas artísticas en los márgenes de la política, el género y la naturaleza, que llevó a cabo en la Universidad de Granda, España. En su investigación, Soto, integra su trabajo artístico con el componente teórico. Se alimentó de un amplio trabajo de campo que le permitió introducir una mirada arqueológica y considerar los desechos de nuestra sociedad como objetos cargados de memoria, tal y como lo comprendió al analizar la obra de Bárbara Fluxá. En este esfuerzo Soto propone 5 aspectos desde los cuales el arte ofrece un aporte en la formación de consciencia ecológica por su capacidad de proyectar cambios en los territorios y generar nuevos significados.

1. El análisis de propuestas artísticas que estudian zonas naturales devastadas y lugares abandonados (solares y fábricas) para proyectar en ellos intervenciones estéticas, las cuales pasaron de ser acciones resilientes para convertirse en modos de vida, como sucedió con las huertas urbanas.

2. El trabajo colaborativo y transdisciplinar que se desprende de la teoría del tercer paisaje de Gilles Clément, la cual cambia la visión de improductividad que tienen los espacios olvidados por la cultura y por el difícil acceso de las maquinas, pues se reconocen como potenciales refugios de biodiversidad.

3. La comunidad biótica, que ocupa los refugios descritos por la teoría del tercer paisaje, está compuesta por todas las formas de vida y sus mecanismos de relación e interdependencia.

4. Biomímesis. Una de las características del arte, reconocida desde la antigüedad, es su capacidad de mímesis. En las circunstancias del mundo contemporáneo ello se traduce en un acto creativo que busca el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza. En consecuencia, la mímesis no es una copia, sino el desciframiento de los elementos constitutivos y las relaciones entre ellos. Por ello, como lo explica Riechmann, es el intento por comprender los principios de funcionamiento de la vida en sus diferentes niveles para incorporar esa sabiduría en la reconstrucción de los sistemas humanos de manera que encajen armoniosamente en los sistemas naturales. El metabolismo urbano, industrial y agrario, entendido como procesamiento y consumo de energía, debe parecerse cada vez más al funcionamiento de los ecosistemas naturales, aspirando a una simbiosis entre naturaleza y cultura.

5. Sentir empatía por la naturaleza. El arte como saber transversal que se nutre libremente de otros conocimientos, sin el menoscabo de sus propios intereses, se convierte en una herramienta que puede presentar múltiples aristas sobre un mismo tema, permitiendo transformar valores y compresiones sobre el esquema de significados establecido por la cultura. Por ello, los artistas comprometidos en estos temas, no sólo se preocupan por ejecutar de mejor manera su obra, sino que buscan trascender su “trabajo de taller” para involucrarse en programas de educación, concientización medioambiental y preservación de ecosistemas. Empatizar con la naturaleza surge de una visión holística que integra muchos saberes y enfoques que sólo el arte está dispuesto a poner en diálogo, libre y conscientemente.

No obstante, el mayor reto es introducir una visión crítica sobre el alcance de los deterioros y sus posibles soluciones pues, como lo explica Yayo Herrero, el ser humano profesan un optimismo ingenuo sobre las capacidades tecnológicas y científicas para resolver problemas, cuando el primer paso es cambiar nuestra visión utilitarista de la naturaleza como materia prima y comenzar a sentirnos ecodependientes, demostrado la necesidad de empatizar con la naturaleza.

Si aspiramos a impulsar el primer paso ¿cómo, desde las técnicas que usamos para producir nuestro arte, podemos salir del “taller” y mostrar a otros su potencial de cambio? Reflexionar sobre esta pregunta es poner en consideración la capacidad que tiene cada técnica y conocimiento personal como un eslabón necesario para la etapa de posconflicto de nuestro país. Sí consideramos nuestro entorno social como un refugio que facilita la comunidad biótica

¿Qué puedes aportar desde tu arte para mostrar y fortalecer las relaciones de interdependencia?

viernes, 17 de mayo de 2019

VOZ PARA EL ÉXITO O EL FRACASO


Por: Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT Colombia

Un letrero en la entrada de un museo decía: Tu voz es valiosa, pero aquí puede ser tu propio verdugo. En una exposición de arte contemporáneo donde se mezclaban video arte, sensores de sonido y algoritmos que interpretaban las frecuencias de las voces, se activaban mecanismos que reproducían imágenes y sonidos de torturas, llantos, lamentos y gritos de personas que cuando hablaron, hicieron comentarios que fueron humillantes, hirientes o pretenciosos. Al parecer, la puesta en escena de esta obra suponía recolectar una base de datos de ondas sonoras producidas por palabras u oraciones que llevaban implícitos pensamientos negativos a fin de determinar el castigo correspondiente. Arriesgarse a entrar la sala después de semejante advertencia, implicaba descubrir cuál era el comportamiento más seguro para disfrutar de tan curiosa exhibición.

La exposición fue un éxito, y aun cuando la mayoría de los visitantes permanecía en silencio o hacía comentarios efusivos y amables, entraron algunas personas que fueron expresamente a activar y llevar al extremo todos los escarmientos programados. Aparte del público que vivió una experiencia desagradable por cuenta de los saboteadores, en general la gente manifestó que su estado de ánimo había cambiado sustancialmente, pues al terminar el recorrido salieron más sonrientes y optimistas, se sentían más creativos y desinhibidos.

Tu voz: entre el éxito y el fracaso, título de esta propuesta artística, parte de la idea que formula que el modo como decimos las cosas definen nuestros deseos, intereses e intenciones, es decir, el uso constante de determinadas expresiones pone de manifiesto si los propósitos más íntimos son coincidentes con la prosperidad de otras personas o sólo procuran el beneficio personal.

Experimentos de neuropsicología demuestran que las palabras más recurrentemente de nuestras conversaciones no son usadas por su significado explicito, sino porque las tenemos adoctrinadas con emociones muy específicas, es decir, la manera como relatamos las cosas delatan los sentimientos que dan dirección a nuestras vidas. Por ello, la importancia de saber si en nuestra voz predominan las emociones positivas o los pensamientos negativos. Si no lo sabemos, observemos por un momento. Cuando hablamos y sentimos que las personas están interesadas, no es por el tema que tratamos, sino por las emociones positivas que las acompañan. Por el contrario, si notamos indiferencia e incomodidad no es porque no sea interesante, sino porque se rechazan los pensamientos negativos que están presentes. En ambos casos la voz necesita de una evolución. El primero requiere adaptarse e incorporar formas de expresión que sean de fácil reconocimiento para proponer diálogos, inquietudes y compresiones. El segundo demanda mayor esfuerzo, porque exige apropiarse de palabras que puedan cambiar la dinámica de los pensamientos negativos. Palabras y significados que transformen nuestros hábitos y cambien la fisionomía del rostro.

Un cerebro acostumbrado a mensajes denigrantes, a expresiones insultantes necesita de válvulas de escape para descontaminar las funciones vitales del cuerpo. El cerebro cuando se siente abrumado por la tormenta química que producen los sentimientos negativos, manda mensajes de alerta a diferentes partes del cuerpo. Las líneas de expresión del rostro son el primer campo de batalla, pues acentúa las existentes mientras aparecen otras nuevas. Un rostro envejecido prematuramente, es la manifestación neurológica de un exceso de estrés y negatividad. Si este no es un llamado de atención eficiente comienzan a aparecer dolores en el cuello, la espalda, los lumbares y en casos extremos se afectan órganos internos como el colon, el estómago, los riñones y en general todo el sistema inmunológico.

Los pensamientos negativos acompañados de palabras hirientes y degradantes pueden transformar tus células sanas en organismos cancerosos. Si consideramos este análisis en el marco de las artes que tienen como tema central en conflicto armado en Colombia 

¿Cuáles serían las características de un arte que explore la reconciliación como proceso necesario en el posconflicto?