martes, 11 de febrero de 2025

LA PÉRDIDA DEL ARTE

 

Elkin Bolaño-Vásquez

Coordinador educativo. Fundación BAT

Los cambios de paradigmas, las adaptaciones y las innovaciones que advierten todas las formas de conocimiento creadas por la especie humana han contribuido en beneficios amplios y generales, pero también han generado pérdidas y suplantaciones de las que aún no se logra medir sus impactos y de los que el mundo del arte no es ajeno. Cuando las aristocracias feudal y religiosa (actualmente existen aristocracias capitalistas y tecnológicas) se vieron obligadas a mantener sus privilegios en la transición hacia el capitalismo, abrieron las puertas de sus palacios e hicieron públicas sus colecciones de arte. Esa coyuntura permitió un beneficio sin precedente en la población mundial porque es el origen del turismo cultural y la democratización del arte.

Dicha transición creó nuevas instituciones como los museos cuyo objetivo es la preservación y el sostenimiento de los bienes culturales y artísticos que, sin ambages, también mantuvo y diversificó el mercado de los prestigios. Por supuesto, esto no es objeto de reproche. De hecho, es lo mínimo que deben recibir estas familias por ofrecer a la sociedad sus colecciones. Posteriormente, aparecen galerías, concursos y subvenciones gubernamentales que amplían el espectro y alcance de la democratización, atrayendo beneficios de gran importancia para los agentes del arte y el público. Sin embargo, resulta necesario observar algunas consecuencias que acompañan todas aquellas conquistas y que de diferentes formas han afectado las formas de vivir la producción del arte.

Las instituciones mencionadas no contienen dentro de sus muros el mundo del arte, su función primordial se parece más a portales, umbrales o espacios donde el público accede a bienes culturales y artísticos para luego salir de ellos y retomar sus rutinas. La importancia de este objetivo deviene del convertir la obra de arte en un enclave de encuentro entre la visión de los artistas y las comprensiones del público. De aquí surge una primera hipótesis: el mundo del arte no se alimenta del mercado o las instituciones, sino de la promesa de materializar una ilusión que mantiene en constante movimiento las vocaciones de los profesionales que trabajan dentro o al margen de aquellas.

Es posible que tal ilusión sea el sustrato de una explicación sobre la precariedad que viven estos profesionales. Existe un enorme trabajo de profesionalismo y altos niveles de educación que siempre encuentra caminos laterales para disuadir las limitaciones con la que negocian sus roles. Dicha actitud bien puede considerarse una dignificación de tal promesa, porque las instituciones no tienen la capacidad suficiente para dignificar todas las evoluciones que dicha ilusión genera en el mundo del arte.

Identificar una versión del arte ajena a las versiones generales y limitadas de los portales mencionados supone alejaremos de cualquier resquicio del arte en tanto espectáculo ya que al acaparar los espacios de prensa internacional se interesa en aquellos prestigios construidos desde la versión superficial y mercantil que mina la democratización del arte porque lo convierte en una dinámica suntuaria y ajena a los intereses de las mayorías demográficas. Parafraseando a Herbert Marcuse cuando explica su visión del hombre unidimensional, la versión de espectáculo mercantil del arte ha creado un tipo de totalitarismo que absorbe y obnubila otras versiones, a tal grado que incluso los agentes del arte que están por fuera de esa vertiente asumen el lenguaje de moda aún cuando es pobre y carente de aristas, convirtiéndolo en modelo automático e inconsciente de comportamiento y reflexión, reproduciendo la imagen mística y ritual que el mercado de los prestigios ofrece al público masivo.

En consecuencia, para perfilar otra comprensión del arte es necesario desentrañar la experiencia vital que este promete y, por tanto, identificar algunas de las pérdidas que ha sufrido, por lo que es importante considerar las siguientes preguntas porque no necesitan de teorías sofisticadas para responderlas, sino que se pueden abordar de manera reflexiva y personal según el rol que se cumpla en el mundo del arte:

¿Cómo es afectado el artista cuando intenta una reflexión objetiva de su propia obra? ¿es suficiente su reflexión?

¿Qué beneficios a traído para arte el entregar la comprensión del mismo a espectadores neófitos?

¿Es distinto el proceso cognitivo de la producción artística (artista) y el de la reflexión objetiva de una obra (espectador profesional o neófito)?

¿Qué sucede en la psiquis cuando no se está ejerciendo la producción artística o la reflexión objetiva?

¿Qué ha ganado el arte con el reemplazo de la crítica profesional por la noticia del espectáculo?

¿Cuál es el legado de un artista cuando ha acepado la suplantación del análisis de su obra por la venta?

        Por último, si aceptamos que el arte es una de las formas de conocimiento más elevada de la especie humana y que a lo largo de la historia se ha puesto al mismo nivel de la ciencia, entre otras, porque sus profesionales alcanzan los mayores niveles educativos existentes ¿por qué confiamos ciegamente que la democratización del arte es visitar museos y galerías (mercado), y con ello se resuelve la precariedad de sus agentes? Para acercarnos a cualquier forma de conocimiento es necesario informarse sobre sus métodos de análisis y sus objetivos. Dos requisitos que en el mundo del arte nunca se han cumplido en el público masivo, facilitando una inquebrantable elitización.

Espero leer sus reflexiones sobre las preguntas planteadas.


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