Elkin Bolaño-Vásquez
Coordinador educativo. Fundación BAT
Los
cambios de paradigmas, las adaptaciones y las innovaciones que advierten todas
las formas de conocimiento creadas por la especie humana han contribuido en beneficios
amplios y generales, pero también han generado pérdidas y suplantaciones de las que aún
no se logra medir sus impactos y de los que el mundo del arte no es ajeno.
Cuando las aristocracias feudal y religiosa (actualmente existen aristocracias
capitalistas y tecnológicas) se vieron obligadas a mantener sus privilegios en
la transición hacia el capitalismo, abrieron las puertas de sus palacios e hicieron
públicas sus colecciones de arte. Esa coyuntura permitió un beneficio sin precedente
en la población mundial porque es el origen del turismo cultural y la democratización
del arte.
Dicha
transición creó nuevas instituciones como los museos cuyo objetivo es la preservación
y el sostenimiento de los bienes culturales y artísticos que, sin ambages, también
mantuvo y diversificó el mercado de los prestigios. Por supuesto, esto no es
objeto de reproche. De hecho, es lo mínimo que deben recibir estas familias por
ofrecer a la sociedad sus colecciones. Posteriormente, aparecen galerías, concursos
y subvenciones gubernamentales que amplían el espectro y alcance de la democratización,
atrayendo beneficios de gran importancia para los agentes del arte y el
público. Sin embargo, resulta necesario observar algunas consecuencias que
acompañan todas aquellas conquistas y que de diferentes formas han afectado las
formas de vivir la producción del arte.
Las
instituciones mencionadas no contienen dentro de sus muros el mundo del arte, su
función primordial se parece más a portales, umbrales o espacios donde el
público accede a bienes culturales y artísticos para luego salir de ellos y
retomar sus rutinas. La importancia de este objetivo deviene del convertir la
obra de arte en un enclave de encuentro entre la visión de los artistas y las comprensiones
del público. De aquí surge una primera hipótesis: el mundo del arte no se
alimenta del mercado o las instituciones, sino de la promesa de materializar
una ilusión que mantiene en constante movimiento las vocaciones de los
profesionales que trabajan dentro o al margen de aquellas.
Es
posible que tal ilusión sea el sustrato de una explicación sobre la precariedad
que viven estos profesionales. Existe un enorme trabajo de profesionalismo y
altos niveles de educación que siempre encuentra caminos laterales para
disuadir las limitaciones con la que negocian sus roles. Dicha actitud bien puede considerarse una dignificación
de tal promesa, porque las instituciones no tienen la capacidad suficiente para
dignificar todas las evoluciones que dicha ilusión genera en el mundo del arte.
Identificar una versión del arte ajena a las versiones
generales y limitadas de los portales mencionados supone alejaremos de
cualquier resquicio del arte en tanto espectáculo ya que al acaparar los
espacios de prensa internacional se interesa en aquellos prestigios construidos
desde la versión superficial y mercantil que mina la democratización del arte porque
lo convierte en una dinámica suntuaria y ajena a los intereses de las mayorías
demográficas. Parafraseando a Herbert Marcuse cuando explica su visión del hombre
unidimensional, la versión de espectáculo mercantil del arte ha creado un
tipo de totalitarismo que absorbe y obnubila otras versiones, a tal grado que
incluso los agentes del arte que están por fuera de esa vertiente asumen el
lenguaje de moda aún cuando es pobre y carente de aristas, convirtiéndolo en
modelo automático e inconsciente de comportamiento y reflexión, reproduciendo
la imagen mística y ritual que el mercado de los prestigios ofrece al público
masivo.
En consecuencia, para perfilar otra comprensión del arte es
necesario desentrañar la experiencia vital que este promete y, por tanto,
identificar algunas de las pérdidas que ha sufrido, por lo que es importante
considerar las siguientes preguntas porque no necesitan de teorías sofisticadas
para responderlas, sino que se pueden abordar de manera reflexiva y personal
según el rol que se cumpla en el mundo del arte:
¿Cómo es afectado el artista cuando intenta una reflexión
objetiva de su propia obra? ¿es suficiente su reflexión?
¿Qué beneficios a traído para arte el entregar la comprensión
del mismo a espectadores neófitos?
¿Es distinto el proceso cognitivo de la producción
artística (artista) y el de la reflexión objetiva de una obra (espectador
profesional o neófito)?
¿Qué sucede en la psiquis cuando no se está ejerciendo la
producción artística o la reflexión objetiva?
¿Qué ha ganado el arte con el reemplazo de la crítica
profesional por la noticia del espectáculo?
¿Cuál es el legado de un artista cuando ha acepado la suplantación
del análisis de su obra por la venta?
Por último, si aceptamos que el arte es una de las formas de conocimiento
más elevada de la especie humana y que a lo largo de la historia se ha puesto
al mismo nivel de la ciencia, entre otras, porque sus profesionales alcanzan
los mayores niveles educativos existentes ¿por qué confiamos ciegamente que la
democratización del arte es visitar museos y galerías (mercado), y con ello se
resuelve la precariedad de sus agentes? Para acercarnos a cualquier forma de conocimiento
es necesario informarse sobre sus métodos de análisis y sus objetivos. Dos
requisitos que en el mundo del arte nunca se han cumplido en el público masivo,
facilitando una inquebrantable elitización.
Espero leer sus reflexiones sobre las preguntas planteadas.
TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR ,SOBRETODO PARA EL ARTE, CLARO QUE LA UNIVERSIDAD ES IMPORTANTE, PERO LOS GOBIERNOS NO LES IMPORTA O NO SABENDE ESE ARTE.
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