Por: Elkin Bolaño
Vásquez
Coordinador
Educativo. Fundación BAT
Santuarios vitales se compone de los trabajos que resaltan aquellos
espacios y circunstancias donde la vida fluye sin traumatismos; Hábitats
dolientes hace énfasis en las obras donde la naturaleza recibe heridas
irreparables por parte de la especie humana y que tiene una cercanía profunda
con Luchas
paradójicas al presentar las preocupaciones de algunos de los artistas que
representan los esfuerzos de las personas por la supervivencia y por la
aspiración de una vida digna, pero en la que sus mismas acciones terminan por
deteriorar aquello que las sustenta. Resistentes y nómadas reúne todas
las obras relacionada con animales y que, como es de conocimiento general,
tienen que adaptarse a las transformaciones de sus hábitats.
Otro tanto nos ofrece Adaptaciones mitológicas
donde las apropiaciones de mitos, tanto ancestrales como contemporáneos, exaltan
la importancia de estas realidades simbólicas que se adecúan a las
particularidades culturales, geográficas y temporales de las comunidades,
regiones y países. Realidades simbólicas que tienen matices de añoranza que
parecen confundirse con el deseo de un futuro bucólico, se hacen evidentes en Miradas
territoriales, de artistas provenientes de municipios PDET, al tiempo
que tiene una fuerte proximidad con Libertades transformadoras en las
que reclusos de algunas cárceles nos recuerdan la importancia del arte como una
herramienta testimonial que disuade de los complejos conflictos que vive esta
población al potenciar la escucha, la voz y las realidades simbólicas de sus
circunstancias.
El Gran Salón BAT de arte popular, asume una
postura ecosistémica a través del trabajo investigativo y artístico que debían
hacer los artistas en torno al tema medioambiental. También porque acoge sin
restricciones las ciudadanías disímiles que no se sienten representadas en los
metarrelatos nacionales, donde sus cosmovisiones son respetables desde la
pluralidad del arte, como preámbulo de la democratización de sus potenciales,
debido a que descubren fisuras en los mitos fundacionales de nuestro país y
crea espacios para la convivencia de los relatos de las comunidades. Esto
explica que la realidad simbólica de la población carcelaria tiene el mismo
valor testimonial que la población urbana, étnica o LGBTIQ+, en la medida en
que las obras de artistas de distintas latitudes, posibilidades
socioeconómicas, niveles educativos, generaciones, gastronomía y clima, permite
la creación de diversas líneas narrativas desde las cuales, los espectadores tomen
consciencia de la pluralidad que constituye a nuestro país. Especialmente
porque tal pluralidad no es sólo étnica, cultural o sexual, sino también
ambiental por su enorme biodiversidad.
La apropiación que hace el Salón BAT de una postura
ecosistémica, entendida como una la comprensión holística del ser humano que
considera los factores sociales, económicos y culturales inherentes a su vida,
insiste en que las valoraciones horizontales entre el trabajo investigativo y
creativo de los artistas empíricos, las lecturas cruzadas de las reflexiones
museológicas, académicas y pedagógicas, la reivindicación de las capacidades
artísticas de comunidades marginadas, las interpretaciones de las distintas
formas de ciudadanía, la aparición de microrrelatos que constituyen nuevas
formas de identidad comunitaria, deben reconocerse como elementos trasversales
que demuestran que al darle voz a los que no han sido escuchados, al facilitar
la enunciación de lo que no se sabe decir con palabras, abre posibilidades para
una sociedad más equitativa y prospera.