jueves, 28 de noviembre de 2019

LA SOMBRA DEL DESPLAZAMIENTO


Por: Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT


 Entre el 12 y el 29 de noviembre del año 2019 se llevó a cabo la exposición individual Desplazados del artista empírico César Ortiz Ortega. Oportunidad que surge de una petición que extiende la Procuraduría General de la Nación a la Fundación BAT, pues el Procurador entiende que la obra Desplazados, galardonada con un primer premio en la V versión del Salón de arte popular, podría ser un incentivo para que sus funcionarios y los visitantes recurrentes perciban otros sentidos de las consecuencias de la situación social del país.

Caminar con la parsimonia del caracol que lleva su casa a cuestas sin rumbo fijo, sin destino claro es lo mejor que se puede hacer. Desplazarse no es sólo moverse, es sobrevivir. Es dejar atrás seres queridos, recuerdos, rituales, conversaciones, carcajadas y el terruño. Es hermanar la esperanza y el hambre, mejor aún, es descubrir que viven como siamesas. Los ríos ya no son lugares plácidos de la naturaleza, ahora son fosas comunes, los muros que protegen de los proyectiles errantes, también impiden la huida. Las puertas que prometieron que se abrirían, permanecen cerradas.

Las obras que hacen parte de esta exposición confirman la proclamación del poeta Walt Whitman, que aparece en su libro Hojas de hierba: “A través de mí muchas voces largo tiempo calladas… voces veladas y yo aparto el velo… clarifico y transfiguro”. Lo que nos propone César Ortiz es que escuchemos esas voces. Aquellas ensimismadas que repiten lo que se ha quedado atrás, otras silentes que se esconden en las posturas del cuerpo, algunas más que se armonizan entre sollozos. Más que contemplación visual, que en sí misma es atrayente, estas obras requieren de oídos dispuestos a escuchar las paradojas humanas, donde la muerte y la violencia abundan como sinónimo de protección de la vida.

Hay obras que tienen como referentes la Guerra de los 1000 días, el 9 de abril y la masacre en Bojayá, recordando los hitos históricos de lo que hemos sido capaces de hacer los colombianos hacia nuestro propio pueblo. Otras desdibujan sus espacios de acontecimiento, pues han sucedido tantas veces que saturaron todo el territorio nacional. También hablan de la imposibilidad de la despedida, de las voces de clamor que recorren parajes de la naturaleza que antes se visitaban para el deleite del espíritu, ahora colman el espacio de la vida con una bruma enrarecida. Los árboles, tótems verticales, son reemplazados por monolitos de concreto que contienen voces pregrabadas que se repiten persistentemente alrededor. El clamor fue ahogado por los anuncios de televisión y en ellos no hay bienvenidas ni hasta luego.

Otro aspecto que inspira la reflexión es el impedimento de dejar atrás el pasado. Transitar para sobrevivir marca surcos en la tierra y deja huellas, pero no sólo en el camino, también en el cerebro. Los recuerdos de lo sucedido, que son la esencia de la memoria y que no alcanzan a trascender la subjetividad, se han convertido en un escalón infranqueable para construir la verdad. Por eso algunos confían que trabajar para sobrevivir y crea nuevas rutinas ayudará a desdibujar los estigmas que les han impuesto. Todo se repite y se tergiversa cuando el certificado de defunción es el único garante de nuestra ausencia. No hay otro documento escrito que hable de nuestra historia, pero el arte confía que la puede relatar.

Este artista bogotano que adquirió conocimientos básicos sobre la producción de tela cuando cursó un par de semestres de diseño textil, descubrió en la urdimbre, independiente de la trama (nombres técnicos de los hilos que componen vertical y horizontalmente la tela), un elemento esencial en su innovación técnica, pues el óleo sobre urdimbre demuestra que la pintura tridimensional si es posible. Su técnica oculta y devela, crea sombras sobre el anonimato lo que termina por enrarecer un más su condición. Hay un trasfondo que exige atención para su comprensión. Esta exposición es un preámbulo para desvanecer las sombras que siguen fielmente el desprestigio que sufren aquellos que enfrentan las consecuencias del fenómeno del desplazamiento.

César Ortiz también fue galardonado con el Gran Premio del VI Salón BAT de arte popular.

sábado, 9 de noviembre de 2019

PREMIACIÓN VI Salón BAT

CONTEMPLACIÓN Y “TIEMPO REAL”



Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT

Muchas son las palabras que intentan explicar la intrincada red de relaciones, añoranzas y expectativas que colman los caminos entre el campo y la ciudad. Muchas más son las metáforas que emergen de esta exposición que supo ocupar cada espacio disponible porque el vacío huele a silencio. No es fácil enfrentarse a una exposición con 155 obras, especialmente cuando cada una de ellas se enmarca en ese movimiento obligado que ha vivido todo colombiano en el transcurrir de un siglo. El desplazamiento, ese movimiento que va y viene, también es un tema obligado para el Salón BAT de arte popular, pero interpretado a partir de un “entre”.
Para esta sexta edición confiábamos en diluir las apologías y las desventuras que puedan contenerse en el tema lo popular entre lo rural y lo urbano, la conjugación que puedan tener esos espacios en el contexto del desplazamiento, pues prevalece la creencia según la cual se desarrollan por separado y con personalidades, incluso, contradictorias. Sin embargo, en ambos casos, el sol aparece después de que muchos han iniciado sus faenas laborales y la noche viene acompañada con luces multicolores que invitan a los espíritus a transformar sus deseos. Deseos “entre” el elogio y el fracaso, esfuerzos “entre” la nostalgia y las proyecciones es lo que salta a la vista al detenernos en los microcosmos que fundan cada una de estas obras, que abren ventanas a la contemplación porque nos trasladan al interior de sus relatos congelados en imágenes.


Un tractor Singer es prudentemente escoltado por una madre indígena en bicicleta, mientras una pareja, amante de la tierra, cuida sus frutos.  Una mesa, que ofrece de plato fuerte un diálogo por décadas esperado, se alza sobre las paradojas de este país dándole la espalda a lo que habría que observar de frente. Buscar acuerdos sobre suposiciones es una ilusión que nace de causas enmohecidas en cajones de escritorio. En estas circunstancias parece que todo está a la mano, pues todo se apila y se junta como si el espacio no fuera suficiente, pero si recordamos las cofradías nacidas en los barrios, antaño clandestinos, o en las veredas anónimas de un mapa, se entiende a cabalidad que la cercanía y lo tumultuoso no es tema espacial, sino la vivencia que equilibra la vida.

De igual manera, el Salón BAT busca hermandades y solidaridades inesperadas entre pequeños grupos de obras que se ponderan entre sí. La repetición es indicio de simetría y con ella se garantiza la armonía que aspira a la belleza. Cajas en las que conviven libros, cajas en las que se resguardan las familias que entremezclan sin esfuerzo el trabajo y la fiesta, evocan formas de vida en las que la contemplación y el “tiempo real” se encuentran en la misma habitación. No sólo se contemplan las montañas o el mar para que el pensamiento se suspenda, el cerebro también siente la parsimonia frente a las pantallas del “tiempo real”, pero no para el equilibrio de las funciones químicas del cuerpo, como sucede con la primera, sino que, en el exceso de estimulación de la experiencia digital, la mente prefiere apagarse para evitar el colapso.

De todo lo anterior y centenares de cosas más nos hablan muchos otros grupos de obras desde los cuales se verifica la recurrencia y la necesidad de observar lo que se hace y se deshace en la vida en común, donde el encuentro es un factor determinante de la misma, pero muchas veces es al mismo tiempo la causa del temor que más acosa.  Esperamos que esta sexta edición del Salón BAT estimule temas de conversación que se meditan en la contemplación y al mismo tiempo impulse la interacción en “tiempo real”.

Ayúdanos a identificar pequeños grupos de obras donde la contemplación y “el tiempo real” se expresen simultáneamente.