Coordinador educativo.
Fundación BAT
La historia de la especie humana está relatada según los
desenlaces en los campos de batalla que, a partir del dominio y la destrucción,
configuraron imaginarios, mitos y creencias que estimulan las fibras más
sensibles. Aquellas que hacen que los pueblos y personas desarrollen determinados
placeres, expectativas y disputas.
En una historia como la de Colombia la peste del olvido, decretada por García Márquez, superó todo artilugio literario para convertirse en una justificación que sirve de válvula de escape que ayuda a encontrar distintas formas de equilibrio de la vida cotidiana. Ejemplo de ello serían los Alabaos porque al mismo tiempo que es una expresión poética que le canta al dolor mientras se baila para exorcizar la pesadumbre de la comunidad, se siente un regocijo que se transforma en sosiego, en momento que calma la tristeza por la pérdida. Es probable que en esta poética delirante y amorosa se pueda encontrar una explicación del por qué un colombiano puede reírse a carcajadas mientras está en un sepelio.
Hoy La peste del olvidodebe ser reemplazada por una Épica de la paz, como la describe el profesor Carlos Satizabal, para construir el gran relato nacional de las víctimas, de los combatientes, de los que dejaron las armas, en otras palabras, de los que les tocó experimentar el olor de la sangre mezclada con pólvora.
La cultura traza márgenes para la comprensión
de la realidad. En ella se entrecruzan mitos fundacionales, creencias, rituales
sin los cuales no hay posibilidades que exista cohesión social. En este
sentido, la cultura es aquella que opera en los procesos simbólicos que
producen cierto tipo de expresión folclórica, festividades y patronos, música y
formas de hablar, lo que hace que se repliquen automáticamente maneras de
actuar en el mundo y, por tanto, formas de enfrentarse a sus vicisitudes. Y al
ser el arte parte del desarrollo simbólico humano y construcción metafórica que
discute y renueva las dinámicas culturales, tiene una tarea destacada para
perfilar la Épica de la paz.
Todas las manifestaciones artísticas vienen abordando la complejidad de nuestro delirio cultural abriendo la puerta para la ilusión artística, que es un recurso palpable y vital para construir la Épica de la paz. Y es que las pesquizas que hace el arte muchas veces llevan a los artistas a experimentar momentos peligrosos, donde la metáfora, la ficción y la realidad se entremezclan sin que se puedan diferenciar, exigiendo procesos cognitivos que puedan traducir esas situaciones en piezas artísticas. En consecuencia, para superar el delirio cultural que nos posee debemos dejarnos contagiar por esa épica que, desde hace varias décadas, viene gestando desprevenidamente el mundo de las artes.
Las artes como una parte del bagaje cultural ha vivido en un delirio cultural, por el poco ofrecimiento de los comprometidos a bajarle ese sometimiento aplastante de tenerla en segundo plano, y los que se han optado de salir de ese hecatombe han tenido que salir y cruzar las fronteras para encontrar los anhelado con sus propuestas y hallarlas en las cunas civilizadas del arte y la cultura. Lo bondadoso ha sido en el retorno de los artistas que debajo del brazo y en condiciones privilegiadas de tener en cuenta para ser tenidas en cuenta como nuestros, superando ese delirio cultural que ha llenado todo el panorama artístico con una nube espesa que confunde y sin esa claridad que debe esperarse de la luz del arte, se convierte en una mezquina indiferencia que acepta lo adverso, y en consecuencia la épica de la paz solo queda en eso una simple épica. Una letra muerta, sin resultados
ResponderBorrarQué sería el mundo sin el arte,todos los días, hacemos lo posible de lo imaginario,una visión más clara, para que esté mundo de guerra, pueda calmar la sed, y el riego de las lágrimas q no sana, con el arte podamos alzar el grito de la verdad y la paz, para construir un mejor mañana para todos, aquí estamos de pie un grito de esperanza, para que los sueños. Enriquezca, y la realidad de la sociedad sea otra.
ResponderBorrarLa épica de la paz nos conduce a un alquimia del dolor, a ser un sedaso por donde pasen todas las historias vividas por absolutamente todos los qué en mayor o menor grado experimentaron el día a día de ésta guerra; ser capaces de mostrar lo que pasó, desde el ser desprovisto de prevenciones para al fin narrar la verdadera historia de macondo.
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