Coordinador Salón de arte popular
La configuración de las ciudades trajo consigo
una amplia gama de servicios y comodidades que aún no han llegado a la vida
rural. Si bien operan los servicios de salud, de educación básica y algunas de
las coberturas que ofrecen la estructura de gobierno, en lo concerniente a la
difusión de los bienes culturales, la oferta es inexistente. Aunque puede
existir alguna que otra biblioteca o Casa de la Cultura en municipios cercanos a ciertas
capitales de departamento, su funcionamiento y promoción de capital artístico está
amarrado a la ruina económica y la voluntad política del burgo maestre de turno.
Y es que el modelo educativo de nuestro país,
y en general del hemisferio occidental, considera que el aprendizaje y la
producción de conocimiento depende, casi que exclusivamente, del lenguaje oral
y escrito. Por ello, las expresiones artísticas como las artes plásticas, el
cine (independiente), la música (ensamble o de cámara), la danza (contemporánea)
o el teatro, se consideran pasajeras o suntuarias. Enfoque que limita el
potencial de saberes, económico y de bienestar social que tienen todas las formas
de manifestación artística.
En tal sentido, la población que permanece al
margen de las expectativas del conglomerado urbano limita su capital simbólico
a su terruño, a lo local, reduciendo las posibilidades de disfrutar y comprender
las renovaciones que se producen en el imaginario de las ciudades. La poética
que se oculta en la historia de la ciudad y la rebeldía que transpira la
juventud, ayudan espontáneamente al potencial creativo, a la construcción de
una red de colaboraciones y especializaciones que permiten analizar,
diagnosticar y proyectar las posibilidades de actuación de los diferentes
estamentos que hacen parte de la distribución del arte: artistas, obras, gestores culturales, instituciones y público. La diversidad
de la infraestructura urbana permite que los intercambios artísticos y
culturales encuentren dinámicas favorables para enriquecer y proyectar su
espectro de acción e influencia.
El disfrute estético es una capacidad
neurológica inherente del ser humano que necesita de apoyo, influencias y
directrices que cohabitan en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, el
potencial artístico no es innato del entramado neuronal, éste depende de un saber hacer que implica un esfuerzo
laborioso, por parte de una voluntad, que busca perfeccionar destrezas para comunicar sentimientos e ideas. En
tal sentido, la oferta educativa de una ciudad puede afinar la percepción
estética, sin que estimule la especialización y diversificación del proceso
artístico, pues este necesita de herramientas de aprendizaje que no están
disponibles en la estructura institucional de enseñanza. La proyección del
saber artístico depende del superávit de la sociedad, de un excedente
económico, político y educativo que comprende la importancia de fortalecer el
sistema de distribución de bienes culturales.
Desde el punto de vista económico, el arte es el
valor agregado de la plusvalía de la que disponen las ciudades, debido a que puede
ser invertida en la creación o consolidación de instituciones culturales y
artísticas que dan prestigio a los conglomerados urbanos. El establecimiento de
museos, teatros, bibliotecas, centros culturales y facultades de arte se
traduce en una visión cosmopolita que trae consigo dinamismo económico,
educativo y social, ayudando a definir claramente las influencias que el arte
puede tener en las redes sociales.
Históricamente el aura de contemplación ha ocultado
las funciones económicas que se derivan del arte, alejándolo de las industrias
culturales que han traído provechosos beneficios a la música y al desarrollo
editorial, pues han superado los límites de la ciudad para infiltrarse en los
asentamientos rurales más apartados. Esto quiere decir que el arte es
predominantemente urbano, pues las grandes ciudades ofrecen mayores
alternativas a su profesionalización y su mercado.
Esta dinámica es aplicable a las ciudades actuales,
debido a que las exigencias de la globalización han traído, como secuelas
inesperadas, el aprecio y la revisión de lo local, de la tradición que depende
no sólo de disposiciones económicas, sino también que requiere de cimientos
educativos y culturales que valoren lo propio para establecer un diálogo con lo
foráneo.
Todas estas variables coexisten en el Salón BAT de arte popular. Este certamen ha demostrado que trabaja por reducir las limitaciones de la infraestructura cultural del país. Aquí participan artistas que son oriundos de sitios apartados, se presentan obras que enaltecen tradiciones olvidadas, se realizan exposiciones en municipios que están por fuera del circuito de divulgación de bienes culturales. En última instancia, en el Salón BAT de arte popular se evidencia el sincretismo cultural que actúa como hilo conductor que recorre las apuestas y esperanzas de la infraestructura cultural de nuestras ciudades.
Todas estas variables coexisten en el Salón BAT de arte popular. Este certamen ha demostrado que trabaja por reducir las limitaciones de la infraestructura cultural del país. Aquí participan artistas que son oriundos de sitios apartados, se presentan obras que enaltecen tradiciones olvidadas, se realizan exposiciones en municipios que están por fuera del circuito de divulgación de bienes culturales. En última instancia, en el Salón BAT de arte popular se evidencia el sincretismo cultural que actúa como hilo conductor que recorre las apuestas y esperanzas de la infraestructura cultural de nuestras ciudades.
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