Por: Elkin Bolaño Vásquez
Coordinador educativo. Fundación BAT
Para cumplir con la tarea propuesta en el título de este artículo es necesario ubicarnos en el momento histórico en el que el ímpetu de las artes plásticas por la novedad hizo una división radical entre lo que las manos gestan y lo que los pensamientos proponen. En ese momento lo manual perdía la batalla frente al fordismo, pero en relación con las dinámicas económicas y nunca frente a su potencial de creación de sensibilidades que aspiran a sublimarse, a ponerse por encima de lo meramente necesario. De hecho, después de un siglo de las vanguardias artísticas y el fordismo se evidencia, como una renovación de las primeras, un fuerte movimiento hacia virtuosismo, entendido como la necesidad de conocer la genética de los materiales para transformarlos según los intereses de la creatividad, mientras que el fordismo se convirtió en el eje del deterioro cognitivo y espiritual del obrero porque lo obligó a repetir procesos mecánicos hasta el cansancio y sin ningún incentivo cognitivo.
Los avances neurológicos hechos en relación con los procesos cerebrales y corporales, han identificado que ambos son complementarios y que favorecer uno u otro tiene la tendencia de desequilibrar algunas operaciones de la imaginación y la creatividad, de modo que el desprestigio que sufrió el virtuosismo afectó de algún modo los resultados de obras que, aunque gozan de mucha popularidad y han alcanzado precios astronómicos, no producen afectaciones ni sensitivas, ni simbólicas, ni axiológicas por fuera de los círculos institucionales y de mercado que se favorecen de ellas. Ello quiere decir que para redescubrir las artes plásticas es necesario identificar sus características primarias.
Cuando
nos referimos a las artes plásticas debemos tener presente que en su producción
interviene la maleabilidad en diferentes fases y complejidades. La maleabilidad
no se refiere solamente a la transformación de materiales, sino también al
derroche de cambios con el que se divierte la imaginación y la capacidad de
ajuste y rectificación que se desarrolla por el conocimiento genético de los
materiales, facilitando que la persona hacedora pueda lograr una conclusión
satisfactoria, de modo que lo perceptible del resultado insinúe que la obra
tiene vida propia, evocando significados que van de lo matérico a lo idealizado.
Esto quiere decir que la maleabilidad insufla vida a lo inerte y le otorga
secretos a la obra, con la esperanza que se conviertan en pistas estimulantes
de las comprensiones de los espectadores.
Por la maleabilidad es que nuestra psiquis se atreve a la materialización de imágenes recurrentes, porque el conocimiento taxonómico de los materiales se esmerará por lograr la perfecta síntesis de resistencia y de flexibilidad, un maravilloso equilibrio de las fuerzas que aplica la acción creativa de las manos y las sensaciones, pensamientos y comprensiones que se van ajustando al resultado final de la obra. Como consecuencia las manos ya no se experimentan únicamente en su carácter corporal, también se viven en sus versiones psicológica y epistemológica, introduciendo con ello una diferenciación en las intenciones a las que responde el virtuosismo, debido a que hay uno que es reproductor mientras que el otro es creador. El virtuosismo reproductor tiene la convicción de que pone a su disposición las resistencias, las debilidades y las suspicacias de la materia, haciendo con ella lo que desea. Pero observando la relación que se crea entre la reproducción y la materia, también se puede concluir que es la materia la que no le permite hacer algo distinto. Sin embargo, este es un padecimiento que comparte con el virtuosismo creativo, la diferencia está en la actitud y disposición para asumir la maleabilidad entre ajustes y rectificaciones de índole psicológica y epistemológica.
Las manos con la intencionalidad del
virtuosismo creativo ponen a la persona hacedora en el centro de su propio
universo, porque entiende que en su gesto artístico hay una simbiosis entre
sentimientos y conocimientos, entre debilidades y la búsqueda de
perfeccionamiento, inyectando vitalidad a la imaginación para la creación de
nuevas obras con sus respectivos secretos. De modo que, para reconectarnos con
la vida secreta de las obras, las artes plásticas deben valoran, en sus
distintos grados de importancia y complejidad, el gesto virtuoso propio del
trabajo persistente que aspira a poner a disposición la genética de los
materiales, con la intención de trascendencia que tienen las ideas y el
conocimiento. Gesto y conocimiento que ofrecerán un amplio espectro de afectaciones
sensitivas, simbólicas y axiológicas a espectadores que están por fuera de los
circuitos institucionales de las Artes.