Elkin Bolaño Vásquez
Coordinador educativo. Fundación BAT
En nuestras rutinas pocas veces reconocemos la necesidad de construir santuarios donde la vida se revitalice y descargue sus tensiones. Esto es consecuencia de la pérdida de importancia que aqueja a nuestras voces por encumbrar expectativas heterónomas, es decir, por bailar nuestras propias vidas según los ritmos que imponen los intereses de la globalización y que son consecuencia de la colonialidad del saber.
Para encontrar alternativas al dominio del paradigma científico, tecnológico y económico es importante reconocer que las rutinas están guiadas por conocimientos situacionales que reconocen las incertidumbres y plantean soluciones. En la búsqueda de nuevas perspectivas es necesario planearnos la tarea de asignar un valor destacado a una pequeña parte de nuestras vidas y ver en ella la razón para experimentar distintas versiones de épica. En este caso la épica cotidiana podía alimentarse de la diversidad de relatos decoloniales, donde la palabra dicha, la conversación y la atenta escucha no queden supeditadas a palabra escrita. El Movimiento Zapatista y el THOA (Taller de Historia y Oralidad Andina) son ejemplos para entender la perfecta sinergia que sucede entre la imagen y la palabra dicha. En ambos casos la producción audiovisual es usada como estrategia que hace audible y visible la palabra dicha que, sin pretender negar o imponerse a la imagen monolítica y cientificista de la palabra escrita, ofrece la posibilidad de encontrar complementación.
A pesar de las opciones enunciativas del Movimiento Zapatista y el THOA no pueden considerarse modelos de acción, ni emularse a ciegas porque cada lucha de visibilización y reivindicación debe gestar y apropiar su medio de expresión. Aunque estos ejemplos muestran una versión pragmática del potencial de una épica cotidiana, también se convierten en razones para considerar que la creatividad ya no es un asunto de capacidades singulares. Si la creatividad se considera por fuera del alcance de objetivos cuantificables o producción de objetos comerciables y se la observa como un proceso que intuitivamente intenta subsanar problemáticas, entonces la creatividad ayuda a adecuar las expectativas que están condicionadas por las vulnerabilidades de la vida. En ese sentido, tanto el movimiento zapatista como el THOA ofrecen a sus respectivos grupos sociales, oportunidades para abordar sus complejidades sociales de maneras no convencionales, creando elementos transversales que, sin desmontar las ideologías políticas y económicas predominantes, ofrecen alternativas comprensivas e inclusivas de comunidades y cosmovisiones marginadas que no han encontrado eco en los distintos estamentos sociales porque sus saberes y maneras de asumir las dinámicas de la vida se estigmatizan como discordantes.
Las épicas cotidianas legitiman prácticas y saberes que no actúan a espaldas de las condiciones de legalidad, sino que desde la garantía de los derechos ciudadanos buscan ser incorporadas y reconocidas. El potencial trasversal de las épicas cotidianas se tramita en una permanente tensión entre la reproducción y la renovación de los imaginarios colectivos, es decir, en la repetición de algunas conductas en equilibrio con la aparición e incorporación de nuevos elementos que hacen ajustes en las realidades simbólicas y sociales, influyendo directamente en la creación de nuevas ciudadanías, punto de inflexión para la creación de bienes culturales.
En consecuencia, el litigio consuetudinario de las épicas cotidianas para validar nuevas prácticas comportamentales a través de surgimiento de nuevas ciudadanías se debe a su potencial de desarrollar referentes comunes que aporten otros sentidos al relacionamiento social y que sólo pueden formalizarse por la gestación paulatina y orgánica de bienes culturales cohesionadores, en los que la sociedad pueda discernir, reconocer y experimentar elementos identitarios. En tal sentido, los bienes culturales son consecuencia de los referentes comunes que alimentan el imaginario social. Lo común es la antesala de la comunidad y los bienes culturales son su consolidación simbólica y material.
Por otra parte, es menester recordar que el tránsito entre las épicas cotidianas y el surgimiento de bienes culturales operan los potenciales de análisis y renovación del arte que, al constituirse en un medio de expresión de las nuevas ciudadanías, puede enriquecer su función de testigo y testimonio de los acontecimientos sociales y de la historia, al tiempo que puede mostrar la épica difusa que se gesta al margen de las pretensiones institucionales.