Por: Elkin Bolaño Vásquez
Coordinador educativo. Fundación BAT
En ocasiones “Los pájaros” cortaban el abdomen de
las mujeres y les metían gallinas vivas con la cabeza por fuera, para que estas
aves, en su desespero, destruyeran las entrañas de las mujeres y así acabar con
la descendencia liberal. De este modo buscaban azular o conservatizar la
región.
La cultura traza márgenes para la comprensión de la realidad. En
ella se entrecruzan modos de ser, creencias y rituales sin los cuales no hay
posibilidades que exista cohesión social. En este sentido, la cultura es
aquella que opera en los procesos simbólicos que producen ciertas expresiones
que se replican automáticamente en las maneras de actuar. Y al ser el arte
parte del desarrollo simbólico humano y construcción metafórica que discute y
renueva las dinámicas culturales, tiene una tarea destacada para gestar otros comportamientos.
Al menos esta es la promesa
del arte y se mantiene viva porque cada vez que parece alcanzar su
materialización se transforma, al unísono, con la aparición de nuevas actitudes
que permean la sociedad. En este contexto el arte siempre será testigo y
testimonio de aquello que, aunque extraño, por la novedad de las posturas,
también es familiar, por lo que puede pasar desapercibido. Entre la extrañeza y
la familiaridad en las que se desenvuelven las dinámicas sociales, el arte hace
hablar el silencio, porque más que convertirlo en su objeto de visibilización,
el silencio se transforma en un sujeto al que se le dota de un predicado,
preámbulo para el desarrollo de su narrativa. En ese sentido el arte no se
interesa por conocer, su búsqueda se esfuerza por la apropiación de la experiencia,
que viene a ser la antesala de lo que puede ser conocido.
Mientras que el conocimiento
pretender capturar la experiencia, ésta tiene el potencial de diluirse en el
disfrute, en el sufrimiento o en su negación, como autoflagelación de lo que no
se quiere conocer. Es así que el arte se interesa por la experiencia porque, al
ser pasajera, le puede otorgar un estatus perenne y por tanto hacernos
trascender.
Relacionar los trabajos de Obregón y
Molano nos muestra que las funciones de testigo y testimonio que puede cumplir
el arte, se pueden gestar de múltiples maneras. Además de la variedad de
métodos de exploración, análisis y aprehensión que ofrecen las distintas ramas
del conocimiento y que llevan a identificar diferentes aristas de los sucesos,
es importante destacar que aquellos predicados que se le otorgan al silencio
permiten el surgimiento de versiones que no pueden ser capturadas por esos
métodos. Por ello, el arte con su amplio espectro de posibilidades para ser
testigo y testimonio, tiene mucho que aportar.
No es que el resultado artístico, en sí mismo, sea
la clave para que el arte funja como testigo y testimonio. Pienso, más bien,
que es la forma como se procesa cognitivamente las informaciones cruzadas sobre
el conflicto armado, lo que haría que los colombianos descubran detalles que
pasan desapercibidos porque se mueven entre la extrañeza y la familiaridad, para
que permitan el reconocimiento de aquello que nos mantiene en la expectativa
delirante de la violencia, de modo que se aumenten las posibilidades de
proponer nuevos significados que permeen la convivencia social.
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