jueves, 12 de enero de 2023

ARTE Y PAZ



  Por: Elkin Bolaño Vásquez

Coordinador educativo. Fundación BAT

    Colombia vive un momento trascendental que abre oportunidades para observar los distintos dilemas de nuestra historia, a través de elementos transversales que ofrecen otras formas de explicar y entender. La paz es, a la vez, germen y objetivo que no solo requiere de las voluntades políticas y económicas que crean un imaginario grandilocuente, como una forma de metarrelato desde el cual todo es justificable. Como germen, la paz también depende de las dinámicas culturales en las que se desarrolla las comunidades, donde los comportamientos y las formas de abordar los problemas se sustentan en tradiciones y creencias, en saberes y costumbres que generan ciudadanías disímiles que buscan reivindicar sus cosmovisiones a través de derechos, lo que evidencia que para que se geste un cambio social debe haber sincronía entre lo político, lo económico y lo cultural.

Las ciudadanías disímiles crean sus propias formas de enunciación, que muchas veces sobrepasan los modos culturales, al tiempo que promueven coyunturas que, para ser subsanadas, necesitan de cambios donde se ponen en juego la permanencia de comportamientos y significados que deben buscar coherencia con las nuevas dinámicas que impone el mundo globalizado, aspectos indispensables para la paz y que puede ser abordados por la mirada complementaria que se desarrolla entre la cultura y el arte. Si bien, no todo lo vivenciado en la cultura connota un fin artístico, es importante destacar que todo lo artístico tiene implicaciones culturales fundantes. 

La cultura y el arte se reconocen como elementos transversales que ofrecen alternativas comprensivas e inclusivas de aquellas voces marginadas que no han encontrado eco en la mayoría de los estamentos sociales. Reconocimiento que se ha hecho manifiesto en las distintas convocatorias del Salón BAT y que en esta séptima versión se hace más palpable porque artistas de territorios PDET, de la población carcelaria y de comunidades étnicas están demostrando tener las habilidades y conocimientos para expresar lo que la sociedad colombiana ha preferido no escuchar.   

Otro tanto nos ofrece la relación de la cultura y el arte cuando entendemos la paz como objetivo. La búsqueda de mejores formas de vida, la esperanza de un futuro promisorio y la creatividad como herramienta que favorece las dos anteriores, ya no pueden ser vistas como actitudes singulares, sino que deben ser entendidas como actitudes que se nutren de pluralidades, lo que ofrece la oportunidad de abordar las complejidades sociales de maneras no convencionales. En tal sentido, la diversidad se convierte en mecanismo de encuentro, diálogo y reivindicación, que ayuda a transformar las realidades simbólicas.

La misma fluctuación que tiene la paz como germen y como objetivo es la misma que ofrece el arte desde tiempos inmemoriales. El arte es germen porque siempre abre un espectro de posibilidades que ponen en tensión lo que parece inamovible para la mayoría, convirtiéndose en testigo y testimonio de la aparición de nuevas realidades simbólicas. El arte es objetivo porque cuando logra su materialización extiende hilos conectores que permiten tejer nuevos significados, sensibilidades y enunciaciones, elementos polivalentes que amplían los sentidos y los puntos de vista para abordar la paz desde lo colectivo.

El arte y la paz son elementos transversales que, sin ser antagonistas de ideologías políticas y económicas, ofrecen alternativas comprensivas e inclusivas de comunidades y cosmovisiones marginadas que no han encontrado eco en los distintos estamentos sociales porque sus saberes y maneras de asumir las dinámicas sociales se estigmatizan como discordantes. El arte y la paz legitiman prácticas y saberes que no actúan a espaldas de las condiciones de legalidad, sino que desde sus comprensiones de derechos ciudadanos buscan ser incorporadas y reconocidas. El potencial trasversal de las relaciones que se gestan entre el arte y la paz se evidencia en la reproducción y la renovación de los imaginarios colectivos, es decir, en la aceptación tácita y la repetición algunas conductas en equilibrio con la aparición e incorporación de novedades semánticas que hacen ajustes en las realidades simbólicas sociales, influyendo directamente en la creación de nuevas ciudadanías.