lunes, 3 de octubre de 2022

IMAGEN POÉTICA

 


Elkin Bolaño Vásquez

Coordinador educativo. Fundación BAT

 

    El mundo actual experimenta un exceso de imágenes que se ha convertido en suplantación de una realidad material cada vez más árida, al reducir las alternativas de las ensoñaciones, las utopías y las esperanzas. Existe más interés en las posibilidades manipulables de la suplantación que produce la imagen, que se ha desarrollado una inteligencia artificial (IA) que puede crear en pocos segundos lo que un pintor, dibujante o ilustrador hace en horas o días.

 

    Tales imágenes, aún sin contenido y que buscan exacerbar emociones superficiales, parecen que pueden dar la estocada final a lo que la pintura ha padecido con la aparición de la fotografía y la publicidad. Sin embargo, la psiquis artística no se amilana y demuestra tener el ímpetu intacto para entrar en las entrañas de la imagen y mostrar que la superficie y la apariencia no son suficiente para convertirse en parte sustantiva de procesos cognitivos que buscan alternativas a la esterilidad espiritual de ciertas perspectivas humanas.

 

    Ante la insuperable eficiencia de la IA para producir imágenes, el ser humano a través del arte, tiene la opción de retomar el valor cognitivo que tiene la imagen poética, porque al surgir de manera aislada, asalta súbitamente la psiquis. Como aparición no necesita del pasado, de la memoria o del recuerdo y aunque sea familiar a estos, su característica vital es que aún no se ha vivido. Por ello, no debe buscarse sus causas en las experiencias de la vida, como acusa persistentemente el psicoanálisis, sino que por su potencia de impregnarse en la psiquis y de extasiarla de algún modo, la imagen poética se presenta como un proceso creativo que no surge en la mente de un único anfitrión, sino que puede ser compartida y alimentada por otros anfitriones.

 

    Al no ser un impulso que brota del recuerdo, al no depender de informaciones previas y apelmazadas por la subjetividad, es que la imagen poética facilita su contagio porque las personas la asumen como propias sin prejuicios o conflictos. La imagen poética es una especie de pálpito que produce sosiego. En el momento que salta en la psiquis también apacigua su impulso. Produce arraigo, por eso se convierte en propiedad íntima de manera instantánea. Es parte del presente y como tal es fugaz, pero para disfrutar de sus beneficios la especie humana debe recurrir a los potenciales artísticos. 

 

    La imagen poética pasa desapercibida en la mayoría de las personas porque no computa con intenciones productivas. No es reproductora de un comportamiento, es más bien una llamada a detenerse, a disfrutar el esfuerzo cognitivo que requiere la contemplación, que sin producir nada ayuda a liberar de la tozudez que caracteriza la aptitud instrumental.

 

    La imagen poética es la clave que requieren ciertas formas de producir arte que no están condicionadas por la posibilidad de convertirse en prestigio o dinero, sino por la necesidad inmanente que tiene la voluntad artística de crear referencias íntimas que puedan ser apropiadas por aquellos que se sientan contagiados. Cuando la psiquis del contemplador es capturada por la imagen poética que puede emerger del arte, se rebosa el contenido de la razón y su promesa de utilidad pasa a segundo plano.


     Lo anterior describe lo que Gaston Bachelard plantea como la transubjetividad de la imagen, por el potencial que tiene la imagen poética de diversificarse en la psiquis de quien la experimenta, lo cual deriva en la transubjetividad del arte al permitir que sus espectadores expresen, sin el perjuicio de la equivocación, ideas íntimas de lo que perciben, lo que termina siendo la búsqueda de equilibrio entre la propia subjetividad con la realidad que se vive, pero que aún es difusa. Tal equilibrio se sustenta en observaciones sencillas que no tienen pasado, al tiempo que son efímeras y, por tanto, no tienen pretensiones de influir en otros.   


    A pesar del bullicio incontrolable que produce el exceso de imágenes en nuestras mentes y que terminan por esquematizar y limitar las posibilidades de vivenciar la amplia variedad de emociones que puede sentir el ser humano, al producir modelos de estandarización que permitan afrontar del mismo modo todas las circunstancias de la vida, aún permanece impávida la estructura simbólica que hace parte de nuestros procesos cognitivos, donde las distintas expresiones artísticas ofrecen infinitas opciones para expresar la poética que da sosiego y enaltece instantes valerosos que se escapan a las rutinas.


    Enaltecer la necesidad de contemplación que requiere la psiquis es abrir la posibilidad para identificar en procesos cognitivos no racionales, potenciales que incuben nuevas formas de intersubjetividad que lleven a la poetización de la vida.