Por: Elkin Bolaño Vásquez
Coordinador educativo. Fundación BAT
Cuando nos referimos a algunas de las características del color, es importante hacer una
diferenciación entre los colores luz y los colores pigmento. Los primeros se
refieren al proceso de refracción que muestra los colores contenidos en la luz.
El experimento del prisma y el arcoíris, son los ejemplos más conocidos. Esto
también implica que en la oscuridad los colores luz desaparecen. Suena obvio,
pero esto a sido un debate de larga data en la física y en la filosofía porque
no resulta fácil concluir si los colores existen o no, debido a que no son sólo
fenómenos externos que existen sin más, sino que dependen de que sean captados
por los sentidos. Y se complica el asunto si se tiene en cuenta el daltonismo.
Los colores pigmentos se relacionan con todos los productos materiales que
permiten teñir a los objetos.
Hablo de esta diferenciación porque para definir
la imagen sucede algo similar. Se dice que las imágenes son únicamente mentales
porque no son los ojos los que ven, sino que el cerebro traduce datos lumínicos
del exterior. El cerebro construye la imagen del mismo modo que podemos ver
nuestros sueños. Sin embargo, no es una explicación satisfactoria porque existe
un mundo exterior que se capta como imágenes bidimensionales, tridimensionales y
temporales.
En ambos casos, se evidencia una lucha que se ha estandarizado con
el método dialectico. No obstante, la vivencia humana no puede radicalizar esta
separación porque, de hecho, se experimentan las dos situaciones de manera
simultánea.
Los colores y las imágenes son ejemplos para explicar la razón del
título de este artículo. Para definir lo que puede ser una imagen relatora,
inicio con retomar la definición de Jacques Ranciere cuando habla del ser humano
como animal literario. Todos los aspectos de la vida de una persona dependen de
las potencialidades del lenguaje, de recibir y trasmitir mensajes, pero
especialmente de la capacidad de registrarlos. Para Ranciere la historia de la
humanidad y la acumulación del conocimiento dependen del desarrollo la
escritura. La Historia no se ha podido resguardar de mejor manera, sino a través
de la escritura, incluyendo la posibilidad de hiperbolizar, separar, eliminar,
descontextualizar, interpretar, resignificar los modos en que se desarrollan
dichos conocimientos. De hecho, Ranciere usa como ejemplos las leyes y los
libros de ciencia como modos de administrar el poder.
Pese a ello, y
considerando las circunstancias en las que se desenvuelven los países
latinoamericanos, y entendiendo que el autor es de origen francés, podemos
conjeturar que el ser humano al que se refiere Ranciere es al europeo. Esto
quiere decir que el ser humano latinoamericano, más cercano a la tradición oral
de las civilizaciones originarias de esta parte del continente, puede ser
considerado como un animal relator. Esta diferenciación es similar a la que se
presenta entre la Historia y la memoria, debido a que la primera goza de la
aprobación de un modelo dominante que la usa como estrategia para silenciar y
ocultar las voces de la tradición oral.
Por ello, los animales literarios
prefieren la palabra escrita, porque ayuda a preservar su legado, a través de
leyes y libros, convirtiéndose en la cara oficial de una sociedad, que
generalmente, desconoce al animal relator que se identifica en el rostro de los
marginados. Pero a pesar de que la Historia se escribe y la memoria se relata,
es importante reconocer que en ambos casos se expresan percepciones que están
influenciadas por las ideas que definen nuestros marcos de comprensión. Y esto
funciona porque, las personas no se entusiasman con los hechos, sino con los
relatos de esos hechos. Tanto así, que a las personas no les preocupa que algo
sea verdad o mentira, se preocupan si coincide o no con sus modos de
comprensión.
Hasta aquí tenemos elementos para identificar algunos aspectos para
justificar la necesidad de proponer un potencial relator a una imagen.
Especialmente, si consideramos que el arte, desde sus orígenes, tenía como
función primordial, registrar situaciones de especial interés para las
sociedades. La imagen relatora viene a ser un modo de registro de aquellos
acontecimientos que no alcanzan a ser parte de los libros, al tiempo que ayuda a
generar diálogos por su riqueza semántica. Imagen de vital importancia en un
país como Colombia donde se necesita reconstruir, analizar, comprender y suturar
siete décadas de violencia.
La imagen relatora invita a las artes plásticas y
visuales, a retomar el poder de reencuentro que tiene la imagen, porque permite
reflexiones espontáneas que se transforman en conversaciones sin prejuicios,
momento culmen para la convivencia social.