Elkin Bolaño Vásquez
Coordinador Educativo. Fundación BAT
Una
de las valoraciones más generosas de las que disfruta el arte es que tiene el
potencial de proveer elementos que pueden transgredir, suavizar, renovar o
reproducir modelos de interpretación y comprensión. Esto sucede por la
capacidad que tiene el arte para afectar las emociones, convirtiéndose en una
suerte de mediación afectiva entre las personas y el contexto social y cultural
en los que interactúan.
En
tales circunstancias se desenvuelve una amplia gama de emociones que se
convierten en matices para el comportamiento. Pero entre ellas resalta la
empatía por los amplios estudios que se han desarrollado sobre su base
biológica. La investigación neurológica define la empatía como el resultado de
neuronas especializadas que están programadas para copiar los estados de ánimo
de otras personas, de deducir las intenciones que los impulsa y trazar sus
posibles consecuencias. Por la habilidad de copiar reciben el nombre de
neuronas espejo, dando a las emociones su motor característico: el contagio.
Sin
embargo, y a pesar del valor intrínseco que tiene la empatía por el contagio de
emociones, ello no trae, como resultado directo, una actitud activa sobre lo
que se siente. Podemos detectar y sentir la tristeza de alguien, pero ello no
exige que actuemos para apaciguarla. Un espectador puede sentirse afectado
emocionalmente al contemplar y vivenciar una obra, pero su comportamiento puede
ser neutral y esperar a que su sensación se diluya. En tal sentido, la
experiencia empática contiene un potencial pasivo.
Es
debido a la pasividad que porta la empatía que resulta significativo considerar
la perspicacia como un eslabón importante dentro de la interacción entre las
emociones y la razón. El proceso cognitivo que exige la perspicacia transforma
la fluidez empática en valoraciones reflexivas que introducen ajustes a los
significados espontáneos que surgen de la vida y de las realidades artísticas
y, por tanto, generar cambios en comportamientos automáticos a los que no se
les presta atención, pero que generalmente constituyen una base para actitudes
poco convenientes socialmente.
La
perspicacia invita a matizar los contenidos semánticos ocultos, a buscar puntos
de vista alternativos para ampliar los márgenes de comprensión, adecuándose a
las particularidades de cada persona porque le facilita entrelazar
informaciones que pueden ser disímiles o contradictorias, al tiempo que
contribuye a superar el potencial pasivo de la empatía. Planteo la
perspicacia como una actitud que articula lo emotivo y lo racional para superar
la pasividad de la empatía e intentar descifrar los motivos de las situaciones
que nos afectan. Considerar el paso de la empatía a la perspicacia no supone
identificar un error procedimental de las emociones, es más bien reconocer sus
alcances para incursionar en otro nivel cognitivo donde las justificaciones
sociales no se reproduzcan sin más, especialmente cuando se convierten en
obstáculos para la convivencia.
En
última instancia, el desarrollo de la perspicacia depende de muchas más
alternativas que de las posibilidades interpretativas del arte. Requiere de una
tarea constante que debe ser potenciada por el sistema educativo y todas las
fuerzas sociales y culturales que encuentren conveniente desarrollar sociedades
con disposición al diálogo, al cambio y a la aceptación de la diferencia como
principios ineludibles para la construcción de sociedades prósperas. Ello exige
superar la pereza cognitiva que replica los prejuicios y degrada los
potenciales de desarrollo de conocimiento, de creatividad y transformación que
aporta el arte, para así fomentar una mediación afectiva que considere otros
niveles de convivencia social.
En
consecuencia, un arte con perspicacia hace la captura del público en dos
niveles. El primero y más inmediato es la experiencia empática que hace que el observador
dedique algún tiempo para identificar los elementos que hacen a la obra
atrayente. En este nivel el espectador se detiene en el aspecto formal de la
obra. En el segundo y más pausado aparece la perspicacia intentando construir
mensajes a partir de conexiones, muchas veces aleatorias, de los contenidos emocional
y racional de los que dispone el público en ese momento. Que se puedan
vivenciar estos dos momentos depende en buena medida del equilibrio que logre
el artista en sus intuiciones, motivaciones y ejecución, alcanzando algún grado
de catarsis con el resultado final. No obstante, esta es una tarea ardua y complicada
que nunca se completa.
Esta
es la razón por la que el arte no se puede separar de la vida, porque el
artista vive a través del arte, y el público debe experimentar el segundo nivel
para retribuir el esfuerzo inevitable al que se compromete el artista.
¿Qué otros aspectos consideras importantes para
desarr0llar la perspicacia?