viernes, 3 de diciembre de 2021

EL ARTE ENTRE LA TRASCENDENCIA Y LA OBSOLESCENCIA

En la era de la transpolítica, lo transexual, la transestética,

todas nuestras máquinas deseantes se convierten en pequeñas máquinas

del espectáculo y luego en máquinas solitarias.

Jean Baudrillard. La Ilusión vital

Nos estamos acercando a la obsolescencia de lo humano. La alta tecnología, la inteligencia artificial y la realidad aumentada programan simulacros en donde las subjetividades e intersubjetividades no tienen importancia. Así mismo, las reivindicaciones por la trascendencia, la libertad y la emancipación, que antaño sirvieron a revoluciones, ahora comienzan a ser conceptos marginales porque implican complejidades que tienden a distorsionar la perfección que requiere el simulacro, debido a que busca reemplazar la realidad que impone el mundo natural y social por otra que esté libre de preocupaciones, siempre dispuesta a complacer y que sea manipulable a antojo.

Para ello, lo humano debe traducirse en información, en dato que pueda ser programado. Pero a pesar de este pesimismo, no debemos suponer, románticamente, que en el otro plato de la balanza está la cultura, actuando en favor de la humanidad, porque se construye y desarrolla a partir de las intersubjetividades. No olvidemos que la cultura repite, rechaza la diferencia y se fascina en lo uniforme, características fundamentales de la identidad, cuya función depende de que todo sea igual.

De esta manera, el simulacro y la cultura se asemejan en la medida que prefieren que todo suceda sin alteraciones. Pero al mismo tiempo se distancian por la búsqueda de perfección y de suplantación del primero y el aumento de incertidumbres de la segunda. En este contexto, el arte experimenta una multitud de roles que dependen de la lejanía o cercanía de lo económico, de aquello que ha reemplazado lo político y lo social.

Nos movemos en un mundo donde todo lo que existe solo como idea,

sueño, fantasía, utopía, será erradicado. No habrá ni tiempo siquiera para imaginar.

Los acontecimientos reales, ni siquiera tendrán tiempo para ocurrir.

Todo será precedido por su realización virtual.

Jean Baudrillard. La Ilusión vital 

En estas condiciones parece que la trascendencia de la que disfrutan las obras maestras, es difícilmente atribuible a las obras de arte actual. De hecho, el arte sufre una suerte de obsolescencia desde el punto de vista del surgimiento de obras paradigmáticas que puedan definir un período histórico, para transmutarse en un modus operandi cognitivo que presta servicio a muchos segmentos de la economía. En este sentido, el pensamiento artístico sigue operando con más ahínco, porque sigue alimentándose de los pensamientos crítico, contextual y paradójico, en la trasescena de las pretensiones del simulacro y la transformación que rechaza la cultura. Si antes el proceso artístico tenía como meta el arte y trascender por el beneficio de este, ahora lo artístico es una función cuya meta es mantenerse vigente dentro de los excesos de la novedad.

La obsolescencia del arte no es el síntoma de una habilidad perdida, es más bien la multiplicación de responsabilidades desconocidas. Por ello, se ha convertido en miembro activo de la realidad simulada, porque la alta tecnología ofrece, por primera vez en la historia de la humanidad, la oportunidad de “materializar” los excesos de la imaginación y ponerla al servicio de un usuario que asume el “control” para desplazar sus propias preocupaciones.

El tránsito del arte de la trascendencia a la obsolescencia, es el mismo recorrido que la humanidad se ha impuesto para convertirse en obsoleta, porque al reducirse la importancia del intercambio simbólico comienza la desaparición del sujeto. En el arte el espectador, del que se espera la experiencia estética, pasa a ser usuario de su propia precarización. Y en la cotidianidad la persona, que depende de las intersubjetividades, es usuaria de su comportamiento programado. En este sentido, con el desuso de lo simbólico, todo lo que diferencia a lo humano de lo no-humano se convierte en información programable que simula la vida y la convierte en entretenimiento.

 El sexo, el pensamiento y la muerte serán rediseñadas

como actividades recreativas.

Jean Baudrillard. La Ilusión vital

No obstante, no todo está perdido. El hecho de que el pensamiento artístico, en el que confluyen la crítica, el contexto y la paradoja, siga en vigencia prestando servicio a muchos contextos de la economía y que se haya liberado de su “única” meta, el arte, permite que este modus operandi cognitivo pueda diluirse entre las grietas y siga siendo germen de lo simbólico, potencializador de significados y, por tanto, soporte de lo humano.

Elkin Bolaño Vásquez

Coordinador educativo. Fundación BAT

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