lunes, 2 de noviembre de 2020

Máscaras para la vida

 

Por: Elkin Bolaño Vásquez

Coordinador Educativo. Fundación BAT

¿Son las crisis económicas, políticas e institucionales, crisis culturales? ¿Son condiciones necesarias para la vida en comunidad la administración política, el imperativo financiero o las verdades institucionales? Si consideramos que el mundo cultural y la vida comunitaria dependen de las dinámicas urbanas, la balanza es proclive al lado positivo y se hace evidente porque en las ciudades se experimenta el mundo cultural como una amalgama percepciones artísticas, en el nivel más refinado, o como visitas selfies con el turismo cultural. La vida comunitaria se desplazó del barrio al conjunto residencial y los encuentros son en la portería y en la reunión de propietarios que es mediada por una persona que administra y que en la mayoría de los casos no vive en el conjunto.

Pero si hacemos aquellas dos preguntas dentro de las condiciones rurales, en poblaciones pequeñas o en barrios en los que aún no hay asomos de gentrificación, la balanza se inclinará al lado negativo. En estos territorios la cultura no se enmarca en el prestigio de las Bellas Artes, sino que es aquella que se define por las tradiciones y el folclor y de las cuales todos habitantes participan sin esfuerzo, facilitando, al mismo tiempo, la vida comunitaria que es subsidiaria de la solidaridad. Es innegable que las tradiciones y el folclor prevalecen ante las dificultades que sufren las estructuras económicas, políticas e institucionales, como viene sucediendo con la crisis sanitaria mundial, al tiempo que se reafirmó con contundencia que la solidaridad fue un sentimiento que aumentó.

Sin prejuicio que cual lado de la balanza se prefiera, es importante el uso de máscaras para establecer algunos preceptos esenciales para la vida. Según la etimología, la máscara designa el actor que representa un personaje y que posteriormente se atribuye al personaje mismo. En este sentido, cada uno de los elementos mencionados que se debilitan en las crisis o se sobreponen a pesar de estas requieren de posturas y adaptaciones para acomodarse a las circunstancias. Usar la noción de máscara para asumir las preguntas iniciales busca mantener el equilibrio entre las posibilidades positivas y negativas de los acontecimientos. Representar un papel, darle forma a un personaje es también configurar ideas, intereses y preocupaciones que se pueden ocultar o hacerlos evidentes para enfrentarlos.

La noción de máscara también aparece como elemento explica las funciones que puede tener el arte en vida cotidiana. Ya no es sólo el arte que se contempla en el museo, en el teatro, en el centro cultural o el que se captura con una selfie, sino que hay que también considerar que el compromiso con la preservación de la vida requiere el perfeccionamiento de ciertas habilidades que enaltecen, dignifican e introducen experiencias de belleza en los modos de interacción de la vida cotidiana.

En los territorios que tienen a responder negativamente a las preguntas iniciales se gestionan compromisos con la vida usando la máscara del arte, esto quiere decir que no dependen de los estamentos mencionados. Se crean grupos que vinculan jóvenes y niños a la ejecución de actividades artísticas de toda índole con la intención de arrebatar a estas generaciones de las drogas y la violencia. La idea es mantenerlos ocupados con la máscara del arte en su tiempo de ocio y demostrar que mientras la portan pueden sentirse seguros y respetados tanto en el aspecto físico como en el aspecto mental y emocional. Pero esta intención inicial va más allá, este tipo de iniciativas desembocan en aprendizajes con diversos alcances que consolidan la confianza suficiente para desarrollar otras actividades o gestar intercambios artísticos que se convierten en dinamizadores de nuevas formas para evitar que los niños y jóvenes queden atrapados en las dinámicas que reproducen la violencia.

Estos ejemplos pululan en dichos territorios y muy pocos son conocidos y aceptados como parte importante de la vida. El arte usado como una estrategia de protección de la vida se convierte en un método de enriquecimiento cognitivo y emocional que concluye en el resultado artístico. El objetivo se logra a cabalidad, sin embargo, las madres y padres de la mayoría de estos niños y jóvenes no logran superar la idea de que las actividades artísticas son para ocupar el tiempo libre, por lo que no pueden reforzar la idea de mantener contacto, así sea como espectador, de la oferta artística.

Esta es una de las grandes paradojas de la máscara del arte y que resulta muy complejo desenmascarar. En la vida cotidiana se usan máscaras sin pretensiones artísticas, pero que permiten guiarla a algún objetivo. También la máscara, al igual que el arte, es entendida como entretenimiento, como algo pasajero y que es contenido efímero de la experiencia selfie. Superar esta paradoja permitirá demostrar la vitalidad y riqueza que el arte aporta a la vida.