Por: Elkin Bolaño Vásquez
Coordinador
Educativo. Fundación BAT
¿Son las crisis económicas, políticas e institucionales, crisis culturales? ¿Son condiciones necesarias para la vida en comunidad la administración política, el imperativo financiero o las verdades institucionales? Si consideramos que el mundo cultural y la vida comunitaria dependen de las dinámicas urbanas, la balanza es proclive al lado positivo y se hace evidente porque en las ciudades se experimenta el mundo cultural como una amalgama percepciones artísticas, en el nivel más refinado, o como visitas selfies con el turismo cultural. La vida comunitaria se desplazó del barrio al conjunto residencial y los encuentros son en la portería y en la reunión de propietarios que es mediada por una persona que administra y que en la mayoría de los casos no vive en el conjunto.
Pero si hacemos aquellas dos
preguntas dentro de las condiciones rurales, en poblaciones pequeñas o en
barrios en los que aún no hay asomos de gentrificación, la balanza se inclinará
al lado negativo. En estos territorios la cultura no se enmarca en el prestigio
de las Bellas Artes, sino que es aquella que se define por las tradiciones y el
folclor y de las cuales todos habitantes participan sin esfuerzo, facilitando,
al mismo tiempo, la vida comunitaria que es subsidiaria de la solidaridad. Es
innegable que las tradiciones y el folclor prevalecen ante las dificultades que
sufren las estructuras económicas, políticas e institucionales, como viene
sucediendo con la crisis sanitaria mundial, al tiempo que se reafirmó con
contundencia que la solidaridad fue un sentimiento que aumentó.
Sin prejuicio que cual lado
de la balanza se prefiera, es importante el uso de máscaras para establecer
algunos preceptos esenciales para la vida. Según la etimología, la máscara designa
el actor que representa un personaje y que posteriormente se atribuye al
personaje mismo. En este sentido, cada uno de los elementos mencionados que se
debilitan en las crisis o se sobreponen a pesar de estas requieren de posturas
y adaptaciones para acomodarse a las circunstancias. Usar la noción de máscara
para asumir las preguntas iniciales busca mantener el equilibrio entre las
posibilidades positivas y negativas de los acontecimientos. Representar un
papel, darle forma a un personaje es también configurar ideas, intereses y
preocupaciones que se pueden ocultar o hacerlos evidentes para enfrentarlos.
La noción de máscara también
aparece como elemento explica las funciones que puede tener el arte en vida
cotidiana. Ya no es sólo el arte que se contempla en el museo, en el teatro, en
el centro cultural o el que se captura con una selfie, sino que hay que también considerar que el compromiso con
la preservación de la vida requiere el perfeccionamiento de ciertas habilidades
que enaltecen, dignifican e introducen experiencias de belleza en los modos de
interacción de la vida cotidiana.
En los territorios que
tienen a responder negativamente a las preguntas iniciales se gestionan
compromisos con la vida usando la máscara del arte, esto quiere decir que no
dependen de los estamentos mencionados. Se crean grupos que vinculan jóvenes y
niños a la ejecución de actividades artísticas de toda índole con la intención
de arrebatar a estas generaciones de las drogas y la violencia. La idea es
mantenerlos ocupados con la máscara del arte en su tiempo de ocio y demostrar
que mientras la portan pueden sentirse seguros y respetados tanto en el aspecto
físico como en el aspecto mental y emocional. Pero esta intención inicial va más
allá, este tipo de iniciativas desembocan en aprendizajes con diversos alcances
que consolidan la confianza suficiente para desarrollar otras actividades o
gestar intercambios artísticos que se convierten en dinamizadores de nuevas
formas para evitar que los niños y jóvenes queden atrapados en las dinámicas que
reproducen la violencia.
Estos ejemplos pululan en
dichos territorios y muy pocos son conocidos y aceptados como parte importante
de la vida. El arte usado como una estrategia de protección de la vida se
convierte en un método de enriquecimiento cognitivo y emocional que concluye en
el resultado artístico. El objetivo se logra a cabalidad, sin embargo, las
madres y padres de la mayoría de estos niños y jóvenes no logran superar la
idea de que las actividades artísticas son para ocupar el tiempo libre, por lo
que no pueden reforzar la idea de mantener contacto, así sea como espectador, de
la oferta artística.
Esta es una de las grandes
paradojas de la máscara del arte y que resulta muy complejo desenmascarar. En
la vida cotidiana se usan máscaras sin pretensiones artísticas, pero que
permiten guiarla a algún objetivo. También la máscara, al igual que el arte, es
entendida como entretenimiento, como algo pasajero y que es contenido efímero de
la experiencia selfie. Superar esta
paradoja permitirá demostrar la vitalidad y riqueza que el arte aporta a la
vida.