Por: Elkin Bolaño Vásquez
Coordinador educativo
Fundación BAT
El arte popular tiene como raíz primaria la cultura popular que subyace en las dinámicas de cohesión social de los territorios. De ahí se desprenden los lazos solidarios que operan de manera simbólica y material, que son potencializados por la reflexión creativa de los artistas empíricos, quienes buscan otros márgenes de significación para comprender los sucesos históricos resguardados en la memoria colectiva, examinar las conmemoraciones, los eventos festivos, los rituales religiosos y, especialmente, invitan a reversar otras miradas sobre los sucesos de la crisis de salubridad mundial.
Desde
este punto de vista, es importante trazar alternativas a la prerrogativa que intenta analizar, entender y divulgar las funciones, influencias e intereses
que se pueden gestar desde la consolidación de los procesos creativos y
estéticos de la vida cotidiana, entendida esta última, como parte constitutiva
en el reconocimiento de las distintas facetas que permiten enfrentar las
disyuntivas propias de la vida humana y social, esto es, la experiencia
emocional y sensible que las acompaña.
Las
funciones, influencias e intereses que se desprenden del arte popular se
suscriben a las indagaciones sobre temas y modos de expresión que no son
atendidos por las metodologías, experimentaciones y enfoques que se impulsan en las esferas universitarias, tales como los imaginarios colectivos,
las costumbres y las creencias que se reproducen espontáneamente en los
territorios, la búsqueda de coherencia entre las matizaciones que surgen entre
las particularidades y exigencias del mundo urbano, y la parsimonia alimentada
por la incertidumbre de la vida rural, además de soluciones técnicas y el uso
de materiales propios de las artesanías, todos estos elementos característicos
de la cultura popular.
Es menester no olvidar que el arte popular depende de la voluntad de autogestión
que tienen los hombres y mujeres que, sin estudios profesionales en artes
plásticas y visuales, lograr generar propuestas de alto valor estético, como
una alternativa para subsanar las dificultades de la economía familiar. Por
ello, la reflexión creativa puede considerarse como un elemento propio del
desarrollo integral del ser humano que puede repercutir en la adaptación de las tradiciones de los territorios a las exigencias de la sociedad del siglo XXI.
Esto
se hace evidente en los esfuerzos artísticos porque impactar positivamente en la
estabilidad emocional de la persona como individuo y de la sociedad, en el transcurso de las
complejidades que trajo consigo la crisis sanitaria, lo que se convirtió en un
laboratorio de aciertos y errores cuyos alcances y consecuencias aún son
materia de estudio, pero que, al mismo tiempo, permitió reducir los prejuicios
en torno a las mediaciones tecnológicas de los públicos que no están habituados
al disfrute de los bienes culturales, de los gestores culturales que se
enmarcan en los límites geográficos de su comunidad y de los habitantes de las
zonas rurales y de los márgenes de las ciudades, permitiendo desarrollar
estrategias para la democratización de la apreciación artística y el
emprendimiento cultural.
Los
deterioros que traen consigo las crisis no se manifiestan únicamente en el ámbito
de lo material. De hecho, la tragedia actual, en comparación con las destrucciones
de una guerra, crean más incertidumbres, pues los referentes materiales permanecen
casi intactos, mientras que los desgarros cognitivos y sentimentales se hacen
más profundos y con pocas posibilidades de explicación. Para mirar de frente la
crisis mundial se requiere de un amplio margen de recursos cognitivos que se
alimenten de metáforas y estrategias simbólicas que ayuden al sosiego
emocional.
Por
ello, aceptar la escasa intervención que tiene el arte en la transformación
material de la realidad, es un paso fundamental para insistir en el potencial
para influir en la realidad psicológica y espiritual del ser humano.
Diferenciar este matiz, entre lo material y lo emocional, reduce las tensiones
y exigencias que se puedan derivar de las responsabilidades de evolución social
al que aspirar los artistas o de los resultados que las comunidades suelen imponer
al arte. Todo lo anterior, nos obliga a reconocer el valor emocional y
espiritual que tiene el arte para el equilibrio social.
Si el campo de influencia del arte es el desarrollo cognitivo y espiritual, tanto en el individuo como en las sociedades
¿por qué se le impone responsabilidades materiales que atañen a la política y la economía?