Por: Elkin Bolaño
Vásquez
Fundación BAT Colombia
En época de los alquimistas el fuego era el elemento que depuraba
o evaporaba las experimentaciones apasionadas. La alquimia no se afanaba por
transformar la materia, se preocupaba por purificarla. Por ello, la práctica
del alquimista no es un proceso intelectual que busca una verdad científica, es
más bien una iniciación moral que intenta expiar el alma. La cosmovisión alquímica entiende que
el hombre alcanza la perfección en la medida que se esfuerza por descubrir la
sabiduría contenida en la imperfección. En otras palabras, la búsqueda de
sabiduría es una acción ética que encuentra su mejor expresión en la belleza.
¿Es la belleza alquímica el objetivo del arte actual? Cada
vez es más evidente que una obra de arte, como expresión máxima del espíritu
artístico, no tiene ningún valor social ni cultural intrínseco definido. Sobre
todo, cuando sabemos que los talleres de los artistas, las bodegas de
coleccionistas y museos están llenas de obras que son ignoradas por la
sociedad. Una obra requiere atravesar por filtros que puedan avalar su rol
dentro de la comunidad. Precisa de la intervención institucional, del trabajo
académico y promocional que le permita presentarse al público. Esto invita a
considerar que experimentar la belleza alquímica frente a una obra de arte
requiere un proceso complejo en el que intervienen muchos actores y que el
espectador es quien, en últimas, confirma tal sentimiento.
Para que la belleza alquímica pueda considerarse un
sentimiento que pueda sentir cualquier persona exige, en primer lugar, una
disposición contemplativa y, posteriormente, algún grado de voluntad para
racionalizar sus propias percepciones. Por ello, la interacción directa obra-espectador
sede espacio a intermediaciones conceptual, descriptiva y pedagógica, que
acompañan las exposiciones, para adicionar elementos de análisis e
interpretación que el espectador pueda asumir como propios y así activar su
intención mayéutica para explicar la obra que contempla. En consecuencia,
introducir la posibilidad de percibir la belleza alquímica supone trascender la
trilogía artista-obra-espectador
debido a que representa un esquema cerrado para condensar todo el proceso que
implica la aparición y permanencia de una obra de arte en la sociedad.
Considerar la belleza alquímica requiere plantear un esquema
que, si bien puede diferenciar claramente las diversas etapas del arte, también
permite proponer una metodología que ayude a examinar los aspectos afectivos,
cognitivos y semánticos que permanecen implícitos en el transcurso de todo el
proceso. El esquema formula vínculos entre: 1. La motivación intuitiva y creativa del artista en la realización de su
obra (artista-obra); 2. La articulación entre la reflexión teórica y la difusión de la propuesta artística
(curaduría-institución) y; 3. La correspondencia entre los supuestos simbólicos y pedagógicos de las exposiciones y las
preferencias del público (espectador-autoformación). Todo esto conmina a
estructurar una propuesta teórica que permita auscultar el mecanismo procesual
del arte, para presentar directrices que alivianen el camino para acercarse a
él y comprenderlo, tanto el objeto artístico, como en sus interrelaciones con
los distintos contextos en los que pueda ser presentado.
Para hilvanar el amplio espectro de influencia del arte,
debemos entender que sus estrategias comunicativas operan como una forma de regulación afectiva, que desemboca en la
presentación de un conocimiento simbólico. Ello implica, una voluntad de
aprendizaje que puede desarrollar diferentes representaciones del mundo,
procurando comportamientos, afecciones y rechazos. Esto justifica, la cada vez
más insistente idea de que el arte puede crear mundos nuevos y alternativos
porque éste, como una forma de cognición, no obedece a la mera representación
de una realidad contextual, sino que en su proceso de adecuación insiste en una organización radical de cómo se siente,
se comprende y se actúa en cada entorno.
Por consiguiente, desarrollar estrategias para impulsar la
belleza alquímica como un objetivo de la contemplación del arte implica pensar
la tarea curatorial y promocional de las exposiciones como un esquema de apoyos
para que el espectador estimule su capacidad mayéutica y en su recorrido
alcance la regulación afectiva necesaria para crear su propio conocimiento.
Así, sin que el espectador se sienta obligado, la conciencia hace pequeñas
correcciones sobre la interpretación de su realidad y, por ende, de los valores
que lo impulsan. Adicionalmente, impulsar la experimentación de la belleza
alquímica invita al artista a desprenderse de sus preferencias y aversiones
para contemplar su obra en un marco de referencias distinto y a visualizar la
vitalidad intrínseca de su obra, de
tal modo que, como los alquimistas, pueda purificar su arte y expiar su
espíritu.
¿ES LA BELLEZA
ALQUÍMICA UN OBJETIVO DEL ARTE ACTUAL?