Por: Elkin Bolaño
Vásquez
Fundación BAT
Colombia
Una de las primeras
preocupaciones de Mockus, mientras fue alcalde de Bogotá entre los años 1995 y
1998, fue el alto índice de muertes violentas en la ciudad. Para ello ideó el
programa Cultura ciudadana con el que
combatió la “violencia física” con “violencia simbólica”[1], que
es aquella “acción deliberada que apunta a transformar significados, a ´hacer
pensar´, a someter a situaciones de perturbación las identidades, las
relaciones, los límites del comportamiento esperado y/o aceptado”. Para llevar
a cabo el programa se utilizaron iniciativas cuyos nombres funcionan como
metáforas: Ley Zanahoria, Caballeros de
la cebra, Ley optimista, Tarjetas y mimos, Estrellas negras, Croactividad, Desarme voluntario, Chaleco antibalas, Pirinola: todos ponen, Espadas de plásticos. Como
componente adicional hubo la necesidad de crear un instrumento de análisis
denominado Colcordia[2]
donde se indican los resultados del programa.
Para explicar los resultados del
informe se presentan 5 conclusiones: 1.
La capacidad de celebrar y cumplir acuerdos, 2. La anomia, 3. La aversión a las
normas, 4. El pluralismo y 5. El descuido. Estas conclusiones tienen como común
denominador la disposición emocional de las personas para comprender las
consecuencias que tiene el comportamiento individual en las dinámicas sociales.
En otras palabras, podemos hablar de una alfabetización estética que requiere parámetros
para configurar una estructura afectiva que consolide la convivencia, pues las
emociones se regulan con los comportamientos que avalan los valores morales y
las tradiciones culturales. Esto está en correspondencia con procesos pedagógicos
que motivan del pensamiento crítico y la expresión simbólica, lo que explica la
elección de los nombres de las iniciativas de la Cultura ciudadana, porque obliga a los ciudadanos a pensar y
analizar tales metáforas.
Adicionalmente, el informe propone
que la convivencia no es únicamente la ausencia de violencia, que es el
indicativo que más se buscaba disminuir, sino que también se puede caracterizar
en otras dos circunstancias: la primera se refiere al logro de gratificaciones
tras la disminución de castigos y la segunda es la regulación moral. En este
sentido, el programa Cultura ciudadana
alcanza mayor injerencia cuando las regulaciones sociales se dan en el orden de
lo cultural y en menor proporción en el orden legal, lo que recuerda a
Aristóteles cuando hace énfasis en la mayor importancia que tienen las reglas
consuetudinarias en comparación con las normas escritas.
Teniendo en cuenta lo anterior, la ciudadanía cultural tiene un valor
intrínseco que muestra que la estética y la ética se expresan en los
comportamientos y las relaciones de las personas que confían más en las propias
creencias que en las normas legales. La ciudadanía cultural es el resultado de
una amplia difusión de la alfabetización estética que se podría definir en 5
características:
1. Los
comportamientos sociales, además de las circunstancias
materiales, económicas y políticas también dependen de las connotaciones
estéticas y éticas que se fundamentan en tradiciones las culturales y los valores
morales que las costumbres producen.
2. Transformar la “violencia física” por
medio de la “violencia simbólica” implica reconocer el potencial el pensamiento
crítico y simbólico para introducir interpretaciones alternas del fenómeno.
3. Reconciliar
al individuo con las exigencias sociales requiere reivindicar la cotidianidad y
el sistema cultural dentro del orden legal. Esto conlleva a una armonización
entre la vida diaria y la estructura legal.
4. La
creatividad como elemento intrínseco de consciencia estética, amplía las
posibilidades interpretativas de la vida, permitiendo adaptaciones más
coherentes con las exigencias del mundo actual.
5. Con
las diversificaciones del pensamiento crítico y simbólico el hombre común puede
descubrir nuevos sentimientos y comprensiones sobre su poder de afectar
positiva o negativamente su colectividad.
La
ciudadanía cultural es el derecho que tienen las comunidades para constituir,
divulgar y conservar sus hábitos y tradiciones, y también la posibilidad de
adaptación de sus normas consuetudinarias a las exigencias de los intercambios
culturales. La ciudadanía cultural más que un derecho legislativo formal, es un
estado de empatía social que se constituye sobre la base de una alfabetización
estética que reduce la jerarquía de las relaciones sociales.
¿CÓMO IMPACTA TU ALFABETIZACIÓN ESTÉTICA
EN LA CONSOLIDACIÓN DE UNA CIUDADANÍA CULTURAL?
[1] Este es un concepto propuesto por el
sociólogo francés Pierre Bourdieu en su libro: Bourdieu, P., y Passeron, J.C.
(1979). La reproducción. Elementos para
una teoría de la enseñanza. Barcelona: Laia. Libro I, Fundamentos de una
teoría de la violencia simbólica, pp. 39-107.
[2] Mockus A., y Corzo, J. (2003). Cumplir para convivir: factores de
convivencia y su relación con las normas y acuerdos. Bogotá, Colombia:
Universidad Nacional de Colombia. Instituto de estudios políticos y Relaciones
internacionales. Unibiblos.