Por: Elkin Bolaño
Vásquez
Fundación BAT
La ciencia ha documentado, por más de medio siglo, la huella que el ser
humano a tallado en los ciclos físicos y químicos de la naturaleza. Sin
embargo, esa montaña de información, variada y disímil, parece un iceberg por
la visión fría e instrumental con la que reaccionamos frente a sus
explicaciones. Nuestra compresión sobre la Tierra demuestra que el conocimiento
no es suficiente para generar un cambio de actitud. Sentir es más importante y
si ese sentimiento está informado, mucho mejor. Es precisamente en esta
fractura entre sentir y saber dónde el arte encuentra su espacio de acción y
enunciación. El arte dice más que lo que muestra por su habilidad de crear
metáforas, pero, sobre todo, cuando capta la atención de un individuo, crea en
este la necesidad de explicar aquello que siente. Sencillo giro de tuerca que
muestra el error con el que generalmente aceptamos las cosas.
El presente artículo se basa en la Tesis Doctoral de Pilar Soto titulada Arte, ecología y consciencia. Propuestas
artísticas en los márgenes de la política, el género y la naturaleza, que
llevó a cabo en la Universidad de Granda, España. En su investigación, Soto, integra
su trabajo artístico con el componente teórico. Se alimentó de un amplio
trabajo de campo que le permitió introducir una mirada arqueológica y
considerar los desechos de nuestra sociedad como objetos cargados de memoria, tal
y como lo comprendió al analizar la obra de Bárbara Fluxá. En este esfuerzo
Soto propone 5 aspectos desde los cuales el arte ofrece un aporte en la formación
de consciencia ecológica por su capacidad de proyectar cambios en los
territorios y generar nuevos significados.
1. El análisis de propuestas artísticas que
estudian zonas naturales devastadas y lugares abandonados
(solares y fábricas) para proyectar en ellos intervenciones estéticas, las
cuales pasaron de ser acciones resilientes para convertirse en modos de vida,
como sucedió con las huertas urbanas.
2. El trabajo colaborativo y transdisciplinar que se desprende de la
teoría del tercer paisaje de Gilles
Clément, la cual cambia la visión de improductividad que tienen los espacios olvidados
por la cultura y por el difícil acceso de las maquinas, pues se reconocen como
potenciales refugios de biodiversidad.
3. La comunidad biótica, que ocupa los refugios descritos por la teoría
del tercer paisaje, está compuesta por todas las formas de vida y sus
mecanismos de relación e interdependencia.
4. Biomímesis. Una de las características del arte,
reconocida desde la antigüedad, es su capacidad de mímesis. En las
circunstancias del mundo contemporáneo ello se traduce en un acto creativo que
busca el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza. En consecuencia, la
mímesis no es una copia, sino el desciframiento de los elementos constitutivos
y las relaciones entre ellos. Por ello, como lo explica Riechmann, es el
intento por comprender los principios de funcionamiento de la vida en sus
diferentes niveles para incorporar esa sabiduría en la reconstrucción de los
sistemas humanos de manera que encajen armoniosamente en los sistemas
naturales. El metabolismo urbano, industrial y agrario, entendido como
procesamiento y consumo de energía, debe parecerse cada vez más al funcionamiento
de los ecosistemas naturales, aspirando a una simbiosis entre naturaleza y
cultura.
5. Sentir empatía por la naturaleza. El arte como
saber transversal que se nutre libremente de otros conocimientos, sin el menoscabo
de sus propios intereses, se convierte en una herramienta que puede presentar
múltiples aristas sobre un mismo tema, permitiendo transformar valores y compresiones
sobre el esquema de significados establecido por la cultura. Por ello, los
artistas comprometidos en estos temas, no sólo se preocupan por ejecutar de
mejor manera su obra, sino que buscan trascender su “trabajo de taller” para
involucrarse en programas de educación, concientización medioambiental y
preservación de ecosistemas. Empatizar con la naturaleza surge de una visión
holística que integra muchos saberes y enfoques que sólo el arte está dispuesto
a poner en diálogo, libre y conscientemente.
No obstante, el mayor reto es introducir una visión crítica sobre el alcance
de los deterioros y sus posibles soluciones pues, como lo explica Yayo Herrero,
el ser humano profesan un optimismo ingenuo sobre las capacidades tecnológicas
y científicas para resolver problemas, cuando el primer paso es cambiar nuestra
visión utilitarista de la naturaleza como materia prima y comenzar a sentirnos ecodependientes,
demostrado la necesidad de empatizar con la naturaleza.
Si aspiramos a impulsar el primer paso ¿cómo, desde las técnicas que usamos
para producir nuestro arte, podemos salir del “taller” y mostrar a otros su
potencial de cambio? Reflexionar sobre esta pregunta es poner en consideración
la capacidad que tiene cada técnica y conocimiento personal como un eslabón
necesario para la etapa de posconflicto de nuestro país. Sí consideramos
nuestro entorno social como un refugio que facilita la comunidad biótica
¿Qué puedes aportar desde tu arte
para mostrar y fortalecer las relaciones de interdependencia?