martes, 4 de septiembre de 2018

LA VOCACIÓN SILENCIOSA



Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT

En una ocasión un maestro en los avatares de la siembra y la cosecha de café me sorprendió por la frase con la que inició su conversación: Darwin se equivocó, la selección no es natural. Cada vez que escogemos algo rompemos un ciclo para empezar otro. Tragué de golpe un sorbo de sopa caliente que tenía en mi boca.

Él continuó: La naturaleza no escoge los frutos buenos de una cosecha, esa decisión es nuestra. Ella sigue su curso y no le importa si provee alimento o trabajo. La naturaleza sólo se prepara para la llegada de la siguiente estación.

La mayoría estamos convencidos que el rumbo de nuestras vidas se limita a un propósito que hay que cumplir. Por ello, muchas veces esperamos señales que nos indiquen cuales son las decisiones correctas y para evitar dilemas morales, dejamos que las situaciones se desenvuelvan solas, pues no queremos hacernos responsables por ellas. ¿Cuantos dedican tiempo a aprender a reconocer tales señales? Éste campesino me sembró la siguiente idea: ningún proceso orgánico ni social se rige únicamente por su propio quehacer, este debe estar atento a cualquier interferencia para intentar adaptarse y procurar éxito.

Una vocación es una convicción que se esmera por sus objetivos, es flexible y persistente al mismo tiempo. Sabe cuáles son sus capacidades y habilidades y que debe afinarlas para ponerlas al servicio de su búsqueda. Toda vocación es flexible con sus pensamientos, pues es la cualidad de la adaptación, pero es persistente con sus intenciones, porque en ellas está su aventura. Una vocación no es un oficio o una profesión, es un estilo de vida que se esfuerza por procurar un equilibrio entre la esperanza y los intereses, entre los sueños y las posibilidades.

Estamos convencidos de que en los compromisos laborales, profesionales, familiares y sociales pueden aparecer las señales esperadas, sin percatarnos claramente sobre cuáles son las emociones y los pensamientos que se repiten incesantemente cada vez que los cumplimos. En otras palabras, el ocio resulta fundamental para el hallazgo de una vocación. Frecuentemente es más fácil cumplir los compromisos con otras personas que con nosotros mismos. Siempre los aplazamos porque no sabemos si es una actividad que de alimente una vocación silenciosa o por el contrario es una pérdida de tiempo. Sin embargo, por esas curiosidades de la psicología humana, esperamos que otros le otorguen la importancia que nosotros mismos no le damos.

Ser flexible con los pensamientos tiene que ver precisamente con el auto-compromiso. La intención es alinear los sentimientos más gratificantes con esta tarea. Para ello, es conveniente tener en cuenta tres aspectos: 1. Identificar que actividades, diferentes al mero entretenimiento, que nos entusiasman. Cuales son aquellas labores que sin importan las veces que las hagamos y el tiempo que les dediquemos, producen al mismo tiempo satisfacción y tranquilidad. 2. Recordar qué actividades nos producen alegría al develar cosas nuevas que ayudarán a perfeccionar las propias habilidades. 3. Saber que objetivo nos permite lograr inmediatamente una concentración profunda y al mismo tiempo nos aleje de la preocupación de las posibilidades de éxito o de fracaso, debido a que disfrute se obtiene en la realización misma.

Toda vocación surge de la gratificación que produce la ejecución de las actividades que la definen y, especialmente, cuando tenemos claridad sobre los tres aspectos mencionados. Desde el punto de vista neurológico, la gratificación es una emoción que se alimenta de los pequeños hallazgos que surgen de la vida diaria, estimulando la imaginación. La gratificación busca en la experiencia, aprendizaje y perfeccionamiento el refinamiento de los pensamientos. La ciencia cuestiona, justifica y explica, semillas indispensables de la flexibilidad y la adaptación; el arte cuestiona, resignifica y expresa, resultado de la observación y la imaginación.

La ciencia trae consigo la gratificación del descubrimiento, el arte la vivencia de la ejecución. Gracias a estos dos, la vocación rompe su silencio. La vocación es la gratificación de perfeccionar las más profundas capacidades y ponerlas al servicio del bienestar común. En este sentido, cuando el arte popular está atento a las interferencias de la vida social cuestiona, justifica, explica, resignifica y expresa aquello que permanece oculto al desprevenido.

¿EL ARTE POPULAR TE HA AYUDADO A ROMPER EL SILENCIO DE TU VOCACIÓN?