Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT
En una ocasión un maestro en los avatares de
la siembra y la cosecha de café me sorprendió por la frase con la que inició su
conversación: Darwin se equivocó, la selección
no es natural. Cada vez que escogemos algo rompemos un ciclo para empezar otro.
Tragué de golpe un sorbo de sopa caliente que tenía en mi boca.
Él continuó: La naturaleza no escoge los frutos buenos de una cosecha, esa decisión
es nuestra. Ella sigue su curso y no le importa si provee alimento o trabajo.
La naturaleza sólo se prepara para la llegada de la siguiente estación.
La mayoría estamos convencidos que el rumbo de
nuestras vidas se limita a un propósito que hay que cumplir. Por ello, muchas
veces esperamos señales que nos indiquen cuales son las decisiones correctas y
para evitar dilemas morales, dejamos que las situaciones se desenvuelvan solas,
pues no queremos hacernos responsables por ellas. ¿Cuantos dedican tiempo a
aprender a reconocer tales señales? Éste campesino me sembró la siguiente idea:
ningún proceso orgánico ni social se rige
únicamente por su propio quehacer, este debe estar atento a cualquier
interferencia para intentar adaptarse y procurar éxito.
Una vocación es una convicción que se esmera
por sus objetivos, es flexible y persistente al mismo tiempo. Sabe cuáles son
sus capacidades y habilidades y que debe afinarlas para ponerlas al servicio de
su búsqueda. Toda vocación es flexible con sus pensamientos, pues es la
cualidad de la adaptación, pero es persistente con sus intenciones, porque en
ellas está su aventura. Una vocación no es un oficio o una profesión, es un
estilo de vida que se esfuerza por procurar un equilibrio entre la esperanza y
los intereses, entre los sueños y las posibilidades.
Estamos convencidos de que en los compromisos
laborales, profesionales, familiares y sociales pueden aparecer las señales
esperadas, sin percatarnos claramente sobre cuáles son las emociones y los
pensamientos que se repiten incesantemente cada vez que los cumplimos. En otras
palabras, el ocio resulta fundamental para el hallazgo de una vocación. Frecuentemente
es más fácil cumplir los compromisos con otras personas que con nosotros mismos.
Siempre los aplazamos porque no sabemos si es una actividad que de alimente una
vocación silenciosa o por el contrario es una pérdida de tiempo. Sin embargo, por
esas curiosidades de la psicología humana, esperamos que otros le otorguen la
importancia que nosotros mismos no le damos.
Ser flexible con los pensamientos tiene que
ver precisamente con el auto-compromiso. La intención es alinear los
sentimientos más gratificantes con esta tarea. Para ello, es conveniente tener
en cuenta tres aspectos: 1. Identificar que actividades, diferentes al mero
entretenimiento, que nos entusiasman. Cuales son aquellas labores que sin
importan las veces que las hagamos y el tiempo que les dediquemos, producen al
mismo tiempo satisfacción y tranquilidad. 2. Recordar qué actividades nos
producen alegría al develar cosas nuevas que ayudarán a perfeccionar las propias
habilidades. 3. Saber que objetivo nos permite lograr inmediatamente una
concentración profunda y al mismo tiempo nos aleje de la preocupación de las
posibilidades de éxito o de fracaso, debido a que disfrute se obtiene en la realización
misma.
Toda vocación surge de la gratificación que
produce la ejecución de las actividades que la definen y, especialmente, cuando
tenemos claridad sobre los tres aspectos mencionados. Desde el punto de vista
neurológico, la gratificación es una emoción que se alimenta de los pequeños
hallazgos que surgen de la vida diaria, estimulando la imaginación. La gratificación
busca en la experiencia, aprendizaje y perfeccionamiento el
refinamiento de los pensamientos. La ciencia cuestiona, justifica y explica,
semillas indispensables de la flexibilidad y la adaptación; el arte cuestiona,
resignifica y expresa, resultado de la observación y la imaginación.
La ciencia trae consigo la gratificación del
descubrimiento, el arte la vivencia de la ejecución. Gracias a estos dos, la
vocación rompe su silencio. La vocación es la gratificación de perfeccionar las
más profundas capacidades y ponerlas al servicio del bienestar común. En este
sentido, cuando el arte popular está atento a las interferencias de la vida
social cuestiona, justifica, explica, resignifica y expresa aquello que
permanece oculto al desprevenido.
¿EL ARTE POPULAR TE HA AYUDADO A ROMPER EL SILENCIO DE TU
VOCACIÓN?