Fundación BAT
El retrato es un género
artístico que tiene trascendencia en la historia del arte no porque los
artistas representan de modo realista o captan rasgos psicológicos del modelo.
Su importancia depende más del equipamiento que tiene el cerebro para descubrir
la información oculta en la expresión facial. Cuando el cerebro contempla un
rostro sacia su necesidad de adquirir nueva información, necesidad que no puede
ser suplida fácilmente por ningún otro elemento del mundo. Para el cerebro es
indispensable detectar las emociones de los rostros que lo rodean porque de esa
manera es posible adecuarse a las exigencias de la interacción interpersonal y la
comunicación. El dispositivo neuronal destinado a la observación del rostro
supone una ventaja evolutiva en términos de adaptación y supervivencia.
Un aspecto importante por
el cual el retrato tiene trascendencia en historia del arte y en la vida diaria
de los individuos, como lo demuestran las selfie,
es porque el cerebro al estar frente a un rostro tiene la tarea primordial de
identificar cuáles son las emociones que lo acompañan. Una explicación sobre el
tema surge de los estudios neurológicos en donde se concluye que las
expresiones emocionales son fundamentalmente no-verbales, es decir, su medio de
comunicación predilecto es el cuerpo. Esto se debe a que el cerebro decodifica
el mensaje contenido de las expresiones faciales directamente con la amígdala,
que es la parte del cerebro que se encarga de descifrar el significado
emocional de la información no-verbal y que por lo general está lejos del
alcance del cerebro racional. Para la amígdala no existe ninguna diferencia
entre la realidad virtual y la realidad física, por ello, la sinapsis que
interpreta el estado emocional de un retrato, hace que copiemos tales
expresiones como si se estuviera frente a una persona real.
Desde el punto de vista de
la función social del arte, el retrato cumple una tarea fundamental en la
reconstrucción histórica al aportar pautas sobre el carácter de las
personalidades inmortalizadas, especialmente cuando se tiene en cuenta que
estas eran poderosas e influyentes en las épocas y sociedades que vivieron. Además,
ayuda a la consolidación de la empatía porque enseña a reconocer ciertas
características que se muestran comunes al momento de identificar emociones y
rasgos particulares de los temperamentos que puedan desarrollar los individuos.
Según la neurología del retrato desarrollada por Semir Zeki (2005), el artista
retratista universaliza las expresiones faciales más sutiles al convertirlas en
modelos de información que ayudan a constituir características para identificar
estados mentales y rasgos psicológicos, es decir, la trascendencia del retrato
no es la representación de personajes sino la presentación de elementos contantes
que se asocian a personalidades y estados de ánimo.[1]
Bajo
esta rubrica, el rostro de toda persona refiere la frontera entre una propiedad
íntima y el encuentro con lo público, pues es éste el que permite una
transferencia de emociones y saberes que demanda la humanización de la humanidad.
Cuando un artista utiliza su propio rostro o el de otras personas, supone la
idea de una desmaterialización de la personalidad, de la individualidad para
sugerir que la trasmutación de los rasgos fisiológicos es, a todas luces, la
riqueza manifiesta de lo humano. Una riqueza que se compone de la capacidad que
tienen las circunstancias sociales, los recuerdos y los deseos para redibujar
el rostro que individualiza la psiquis de cada persona.
¿ENCUENTRAS ALGUNA DIFERENCIA ENTRE LAS EXPRESIONES
FACIALES DE UN RETRATO O DE UNA PERSONA?
¡CUÉNTANOS!
[1] En el cerebro
humano, la región fundamental del reconocimiento de rostros se localiza en el
llamado giro fusiforme, una zona que suele lesionarse bastante a menudo después
de un golpe. La consecuencia es un síndrome importante conocido como
prosopagnosia, aunque hay cierto desacuerdo entre los neurólogos sobre que es
realmente la prosopagnosia. La mayoría cree que se trata de un síndrome que
afecta a la percepción del rostro de manera exclusiva o predominante. Algunos
neurólogos creen que la prosopagnosia es un fallo en el reconocimiento de todos
los rostros, otros tan solo los familiares. La verdad es que, probablemente,
existan ambos tipos de prosopagnosia y la diferencia de opinión se debe al
hecho de que las diferentes partes del giro fusiforme estén especializadas en
diferentes aspectos de la percepción de rostros. Para una ampliación
sobre el proceso neurológico del reconocimiento de rostros consultar,
Invisibilidad facial o un retrato de la prosopagnosia. (Zeky, 2005, p.193)