jueves, 17 de mayo de 2018

ARTE Y CIUDADANÍA

Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT

El derecho irrenunciable que tiene las tradiciones y hábitos de los pueblos es la posibilidad de constituir, en el ritmo de las propias exigencias de la vida, un conjunto de normas, símbolos y rituales que moldean los comportamientos, dando origen a lo que conocemos como cultura, constituyéndose, al mismo tiempo, sistemas de valoración para establecer parámetros para la belleza, la ética y la moral. En este sentido, la relación arte y ciudadanía, más que un derecho legislativo formal y por tanto vertical, es un estado de empatía social que se constituye sobre la base de las relaciones sociales horizontales. El ánimo vital que se configura con la articulación entre arte y ciudadanía permite desarrollar la consciencia racional y sensible del individuo común, quien es el que debe afrontar las incertidumbres con un sentido de responsabilidad, que no es otra cosa que equilibrar los impulsos emocionales con la razón.

Esta relación que trabaja por el equilibrio del comportamiento en sociedad, tiene un énfasis en la corresponsabilidad, pues aquí se enmarca la idea de que las personas comprendan que las acciones tienen componentes emocionales, simbólicos, intencionales y reflexivos que repercuten sobre la comunidad, por tanto la conducta debería estar amparada en una consciencia que equilibre las leyes, la ética y la cultura. Por consiguiente, los saberes que se forman en la relación arte y ciudadanía no devienen de una imposición legal, sino que surgen y se complementan en la correlación de las aspiraciones individuales con los recursos políticos y culturales disponibles, que en últimas son los factores que determinan el bienestar colectivo, y que no es más que llevar a feliz término la convivencia.

Pero ¿qué relación tiene el desarrollo intelectual del individuo común con el arte? ¿Cómo se emparentan las conductas cargadas de sentimientos y argumentos con la producción artística? Después de las vanguardias artísticas y las renovaciones que surgen de las nuevas formas de hacer arte, se plantea la necesidad de que el espectador, en tanto el ciudadano promedio, tenga una participación más activa en la producción del arte. No es que se proponga el arte como una facultad innata, sino que se observe como una opción volitiva, es decir, cualquier individuo puede acceder, más que a su producción, a su interpretación, a una consciencia estética que se transforma en acción creativa de la voluntad en donde se entremezclan las emociones y la razón. Ello está en correspondencia con la demanda educativa que propende a la humanización de lo humano, pues la humanidad no se obtiene por mera disposición biológica, sino que obedece a procesos de comunicación social que se reformulan desde la expresión simbólica, es decir, desde el arte.

Teniendo en cuenta lo anterior, la relación arte y ciudadanía tiene un valor intrínseco que muestra a la estética como un correlato de la ética. La estética, en cuanto es la afectación emocional que se origina en las relaciones humanas, se transforma luego en ética, debido a que se expresa en un comportamiento consciente con motivación y contenido simbólico. A este respecto, la correspondencia arte y ciudadanía puede ser entendida como una alfabetización estética que actúa precisamente sobre la estructura afectiva que permite la cohesión social, a través de regulaciones morales y culturales que son los parámetros por los cuales las comunidades educan la disposición emocional de sus miembros.

¿CONSIDERAS QUE LA VOLUNTAD CREATIVA AYUDA A FORTALECER EL COMPROMISO CIUDADANO O, POR EL CONTRARIO, NO TIENE NINGUNA VINCULACIÓN CON LA CONSCIENCIA SOCIAL?