Elkin Bolaño Vásquez
Fundación BAT
El derecho irrenunciable que
tiene las tradiciones y hábitos de los pueblos es la posibilidad de constituir,
en el ritmo de las propias exigencias de la vida, un conjunto de normas, símbolos
y rituales que moldean los comportamientos, dando origen a lo que conocemos como
cultura, constituyéndose, al mismo tiempo, sistemas de valoración para
establecer parámetros para la belleza, la ética y la moral. En este sentido, la
relación arte y ciudadanía, más que un derecho legislativo formal y por tanto
vertical, es un estado de empatía social que se constituye sobre la base de las
relaciones sociales horizontales. El ánimo vital que se configura con la
articulación entre arte y ciudadanía permite desarrollar la consciencia
racional y sensible del individuo común, quien es el que debe afrontar las
incertidumbres con un sentido de responsabilidad, que no es otra cosa que
equilibrar los impulsos emocionales con la razón.
Esta relación que trabaja
por el equilibrio del comportamiento en sociedad, tiene un énfasis en la corresponsabilidad,
pues aquí se enmarca la idea de que las personas comprendan que las acciones tienen
componentes emocionales, simbólicos, intencionales y reflexivos que repercuten
sobre la comunidad, por tanto la conducta debería estar amparada en una
consciencia que equilibre las leyes, la ética y la cultura. Por consiguiente, los
saberes que se forman en la relación arte y ciudadanía no devienen de una
imposición legal, sino que surgen y se complementan en la correlación de las
aspiraciones individuales con los recursos políticos y culturales disponibles,
que en últimas son los factores que determinan el bienestar colectivo, y que no
es más que llevar a feliz término la convivencia.
Pero ¿qué relación tiene
el desarrollo intelectual del individuo común con el arte? ¿Cómo se emparentan las conductas cargadas de sentimientos y argumentos con la producción
artística? Después de las vanguardias artísticas y las renovaciones que surgen
de las nuevas formas de hacer arte, se plantea la necesidad de que el espectador,
en tanto el ciudadano promedio, tenga una participación más activa en la
producción del arte. No es que se proponga el arte como una facultad innata,
sino que se observe como una opción volitiva, es decir, cualquier individuo
puede acceder, más que a su producción, a su interpretación, a una consciencia
estética que se transforma en acción creativa de la voluntad en donde se
entremezclan las emociones y la razón. Ello está en correspondencia con la
demanda educativa que propende a la humanización de lo humano, pues la
humanidad no se obtiene por mera disposición biológica, sino que obedece a
procesos de comunicación social que se reformulan desde la expresión simbólica,
es decir, desde el arte.
Teniendo en cuenta lo anterior, la relación arte y ciudadanía tiene un
valor intrínseco que muestra a la estética como un correlato de la ética. La estética,
en cuanto es la afectación emocional que se origina en las relaciones humanas, se
transforma luego en ética, debido a que se expresa en un comportamiento
consciente con motivación y contenido simbólico. A este respecto, la correspondencia arte y ciudadanía puede ser
entendida como una alfabetización estética que actúa precisamente sobre la
estructura afectiva que permite la cohesión social, a través de regulaciones
morales y culturales que son los parámetros por los cuales las comunidades
educan la disposición emocional de sus miembros.
¿CONSIDERAS QUE LA VOLUNTAD
CREATIVA AYUDA A FORTALECER EL COMPROMISO CIUDADANO O, POR EL CONTRARIO, NO
TIENE NINGUNA VINCULACIÓN CON LA CONSCIENCIA SOCIAL?