Por: Elkin
Bolaño Vásquez
Coordinador
Salón BAT de arte popular
Los artistas autodidactas son hombres y mujeres que descubren
saberes en las contingencias de la vida diaria. Sus capacidades no se estimulan
con las lógicas y prerrequisitos de la educación formal. Ellos se atreven a
indagar entre sus deseos y dudas las situaciones en la que la voluntad se
siente cómoda. Generalmente esta labor la procesan solos, lo que hace que el
reconocimiento a su trabajo se aloje en la profundidad de su ser. En ocasiones
encuentran apoyos desinteresados que los animan a mejorar sus técnicas e ideas.
Rara vez se benefician de asesorías especializadas, situación que dificulta sus
procesos de adaptación en relación con las transformaciones insistentes del universo
del arte.
Ello quiere decir que sus influencias, marcos de
referencia e ideas vitales se alimentan del influjo de informaciones disímiles
y contrapuestas, de redes informales de amigos, familiares, compañeros de
trabajo y juerga que matizan y ponen en entredicho sus expectativas artísticas.
Por ello, la voluntad de estos artistas tiene como tarea fundamental sortear
los obstáculos y tergiversaciones que la comunidad, ajena al mundo de arte, les
impone. En este sentido, los contenidos que se solapan en las acciones
artísticas populares se afirman en una observación profunda de la vida
cotidiana, con las cual es posible canalizar las esperanzas e inquietudes más
arraigadas.
El acervo biográfico también pone en evidencia el marco
de acción que tienen las esferas sociales en el desarrollo creativo de los
artistas. La familia, el barrio y la escuela son lugares de encuentro en los
que las personas estructuran sus preferencias, sus necesidades de expresión,
sus limitaciones de enunciación y la búsqueda de saberes que consoliden su
singularidad frente a los demás miembros de la comunidad.
Si los ideales de la cultura popular
están afianzados en la mayoría de los miembros de la comunidad, sus
manifestaciones artísticas provienen de una minoría que tiene la voluntad de
indagar sobre los supuestos que llenan de dificultades su entorno social. Dicha
voluntad debe su energía a la acumulación de experiencias y sentimientos que
impulsan a descubrir alternativas que permitan desarrollar y mostrar las inconformidades
o las alegrías que permanecen ocultas. Vivir, sentir y adaptarse a lo popular
depende de encontrar en la tradición los beneficios de su legado, en relación
con la incertidumbre que trae consigo las coyunturas actuales. Lo popular es adaptarse al devenir del día a
día.
De esta manera, el resultado del arte popular surge de
este pequeño grupo de personas que tienen dificultad para comunicar sus puntos
de vista por medio de la tradición oral. Prefieren recurrir a la utilización de
imágenes, que habitualmente se reconocen con facilidad y con las cuales
elaboran analogías que permiten comunicarse con honestidad, sin el temor de ser
censurados, malinterpretados e incluso ser objetos de burla. Aquí cabe destacar
la importancia del virtuosismo, pues entre más depurada sea la técnica, tanto
las tradicionales como las innovadoras, alcanza mayores reconocimientos
estéticos y por consiguiente su contenido semántico gozará de amplias
discusiones.
El universo simbólico de la cultura popular ayuda al
artista autodidacta a trastocar los significados. Sin embargo, esta
permisividad no es la derivación de una mente abierta de lo popular, se debe a
que, como lo explica José Joaquín Brunner en su libro Un espejo trizado, las movilizaciones del campo a la ciudad,
situación recurrente en Colombia, generan desarraigo, no sólo de la tierra y de
las familias, sino también de las tradiciones, del capital cultural y
simbólico. En el ambiente escolar, en el impacto de los medios masivos de
comunicación, en las exigencias de las pujas urbanas las clases populares deben
reescribir su estructura psicológica para adaptarse y sobrevivir.
En suma, es importante destacar que la capacidad
adaptativa de la cultura popular deviene de su carácter no-organizativo, pues
ella adolece de programas que delimitan la acción y esta es su radical
diferencia con la cultura hegemónica. Hegemonía implica institucionalización,
es decir, una programación en donde los bienes culturales son el resultado de
un proyecto controlado. Por otro lado, desde el punto de vista cognitivo, la
cultura popular al ser maleable y adaptativa se alimenta de consciencias
dispersas, fragmentarias y heterogéneas. Consciencias que se potencializan con
la voluntad del artista autodidacta, pues son tomadas por la institucionalidad como
resistencias en contra de la estandarización.
¿EN TU TRABAJO
ARTÍSTICO, CÓMO RELACIONAS LA INFORMACIÓN ESPECIALIZADA CON LOS AVATARES DE LA
VIDA DIARIA?