Coordinador
Salón BAT de arte popular
Por lo general, la gestión cultural parte de la idea de identificar si
la población, con la que se desea trabajar, es urbana o rural, si las
tradiciones autóctonas prevalecen sobre las modas internacionales, cuales son
las influencias de las grandes urbes en las zonas rurales. Estos elementos
básicos son importantes en la medida que aceptamos que la globalización económica
trajo consigo diferentes maneras de entender los conceptos de tradición e
identidad contrapuesto a la innovación e internacionalización. En esta
desequilibrada lucha de contrarios, relacionada con las ventajas económicas de
uno sobre otro, surge la visión de que la cultura es un objeto de
comercialización que se puede exportar y por tanto masificar. Esta idea de
cultura ha traído responsabilidades que normalmente conciernen a las políticas
de Estado.
Ahora la cultura debe promover conocimientos encaminados a la gestión
de la auto-sostenibilidad, amparada en objetos que representen las tradiciones
locales, lo que a la postre se ha convertido en un arma de doble filo, pues las
“producciones culturales” que alcanzan mayor visibilización son aquellas que han
penetrado el mercado pero que poco o nada traen beneficios directos a los
pueblos. La cultura del espectáculo se confunde con los conocimientos
ancestrales y locales. Esta idea de cultura no diferencia entre el potencial
económico de las artes plásticas que se generan en las megalópolis de Europa o
Estados Unidos en relación con el arte producido por los artistas empíricos
latinoamericanos o colombianos. En resumen, ahora la idea de cultura que ha
permeado nuestra nación está en la disyuntiva de reconocerse a sí misma, pues
no queda claro si es un conjunto de conocimientos y comportamientos que hacen
que una comunidad sienta arraigo, comparta algunos ideales e intereses o si,
por el contrario, es una “industria” que promueve objetos y experiencias en las
que predominan los placeres fugaces.
En este contexto, la gestión de lo popular se vuelve compleja, pues los
proyectos encaminados a promover beneficios sociales, quedan limitados en la
medida que las organizaciones que trabajan en este esquema, que están
reconocidas bajo la denominación de sector empresarial no-lucrativo, carecen de
los recursos económicos para poner en marcha sistemas de producción y
comercialización. Es decir, la gestión cultural ha demostrado con suficiencia
que tiene los conocimientos y las capacidades técnicas y operativas para
establecer procesos de enseñanza-aprendizaje, diseño de productos y servicios,
pero sin capacidad de financiación, lo que obliga a plegarse a los requisitos de
las “industrias culturales” para acceder a inversionistas que “apoyan” bajo la
consigna de rendimientos económicos y de prestigio social, sin tener en cuenta
el bienestar que trae consigo el capital simbólico que deviene de la promoción
cultural.
En este sentido, la gestión de lo popular se enfrenta a un contexto de
auto-sostenibilidad contradictorio: se cumple con el requisito de diseñar
productos y servicios pero no con los requerimientos para la financiación,
pasando por el desgaste que implica su formalización legal y administrativa. Y
estas limitaciones se incrementan cuando la gestión se inclina hacia las artes
plásticas, pues el sistema de valoración de la libertad artística impone
contenidos especulativos que reducen sus posibilidades de auto-sostenibilidad.
Su carácter único e irrepetible convierte a las artes plásticas en bien
cultural dirigido a grupos sociales de mayor poder adquisitivo.
Por todo lo anterior, la gestión cultural a partir de su capital más
abundante, la creatividad, entendida como capacidad que se interesa en dar
soluciones a algunas de las problemáticas sociales, debe tener en cuenta las
siguientes dinámicas para llevar a feliz término sus objetivos:
1. Influencias de la
globalización: Cómo se afecta la cohesión social cuando las
tradiciones y costumbres se reemplazan con la cultura del entretenimiento.
2.Consolidación de la
identidad: La cohesión social es un patrimonio que se
sustenta en los intereses comunes, la empatía, la cooperación y el sentido de
pertenencia. La identidad nos permite vernos como iguales en la medida que
compartimos una historia común y un presente con obstáculos similares.
3. Diferenciar el patrimonio de
las producciones artísticas: El patrimonio
implica historia compartida, génesis de nuestros comportamientos y
preferencias, mientras el arte supone el análisis del patrimonio en tanto
versión actualizada, que en ocasiones pueden describir algunas perspectivas de
futuro.
4. Cooperación y bienestar
social: Es importante entender que el paternalismo
gubernamental no puede solucionar todo lo que los sistemas económico, político
y cultural generan. Como complementación, las actividades que se originan en
las propias comunidades han traído resultados positivos inesperados que rara
vez son posibles cuando los gobiernos centrales intervienen.
En resumen, la gestión de lo popular debe tener disposición para buscar equilibrio entre las influencias
de la globalización y las tradiciones, para encontrar mecanismos que promuevan el patrimonio y la creación de
bienes culturales nuevos, para desarrollar
visiones alternativas del futuro y así proponer
objetivos comunes que puedan ser alcanzados con trabajo cooperativo.
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tu aporte en la gestión de lo popular?
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experiencias!!