Por: Elkin Bolaño Vásquez
Coordinador Salón de arte popular
Las diferentes transformaciones,
adaptaciones e innovaciones sobrellevadas por el arte a lo largo de la historia
de la humanidad, llevaron al espectador a comportamientos y exigencias
diferentes para acomodarse a cada momento histórico. Con las obras maestras del período clásico,
en las que se admira el virtuosismo técnico, el observador, caracterizado por sus riquezas y
posesiones, contempla y disfruta de un arte mimético que idealiza la realidad.
En ese entonces, los pintores y escultores tenían su fuente de financiación en
la nobleza y el clero, y sus producciones eran utilizadas como estrategias para
reafirmar el poder de esta élite social.
Seguidamente el pintor busca emanciparse
de las clases poderosas, para mostrar las rudezas de la vida cotidiana, las
cuales llevan cuestionan la ideología política. Tal búsqueda da inicio a la
modernidad artística. En la perspectiva modernista el espectador sigue en una
conducta contemplativa, pero comienzan a aparecer nuevos significados sobre los
valores más anquilosados de la sociedad. No obstante, todo este proceso se
apoya, en gran medida, en la aparición de los museos, instituciones ideales
para la conservación, la sacralización y garante de la distancia conveniente
entre la obra de arte y el observador.
Antes de la institucionalización de
los museos, las pinturas y esculturas estaban exhibidas en los palacios, las
catedrales, los monasterios y casas de familias adineradas, donde la distancia
entre la obra y el espectador estaba demarcada por el mobiliario y por la
pertenencia a estos grupos sociales. En cambio, los museos ofrecen otro tipo de
distancia, en ellos se funda la idea de acercamiento, de un público más amplio,
a los objetos artísticos más relevantes de la historia de la humanidad. En los
museos, el arte es estimado como objeto sagrado digno de veneración. En
consecuencia, el visitante es contemplativo, alguien que desconoce las
circunstancias históricas en que fueron realizadas las obras, convirtiéndose en
un espectador transitorio y fugaz.
Sin embargo, con las proclamaciones
de las vanguardias artísticas el espectador será otro. La distancia entre la
obra y el público es cada vez menor, a tal punto que el espectador se convierte
en aliado creativo del artista. La contemplación pasiva transmuta en una acción
destacada en el proceso artístico. Con estas nuevas relaciones entre el
artista, la obra y el espectador, el espacio expositivo se acomoda y se esmera
por ponerse al día con las nuevas circunstancias.
La modernidad fue tanto para el arte,
los artistas, los espectadores y los espacios de exhibición, una confluencia de
las múltiples facetas de la vida. Una coherencia en la que la obra, diferente
del artista, adquiere una autonomía que la transforma en sujeto que puede
establecer diálogo con su interlocutor, el espectador.
Otro
de los cambios a los que estuvieron expuestos tanto el espectador y el espacio
de exhibición, se circunscribe a las propuestas artísticas contemporáneas. El arte,
denominado contemporáneo, llevó al extremo las posibilidades de las propuestas
artísticas. Ellas que inician una carrera anti-institucional, reclaman espacios
alternativos donde la interacción obra-espectador sea necesaria, donde el
espectador no se sienta cohibido de analizar, interpretar e intervenir en el
resultado de la obra. Estos espacios se acercan más a lo público y el
espectador es cada vez más complejo, esto es, personas sin relación con los
espacios expositivos actuales y con comportamiento despreocupado, quienes traen
formas de participación que no están intermediadas por elaboraciones conceptuales,
sino que más bien son espontáneas y efímeras.
Estos espacios no son neutros y
cerrados, sino que son abiertos para ampliar el espectro de significaciones que
pueda tener la obra, porque ella debe interactuar con el espacio escogido. Por
tanto, la intencionalidad de los artistas a través de sus trabajos, de los
espectadores en su interacción con ellos, de los espacios como significantes y
mediadores, hacen del artista, la obra, el espectador y el espacio expositivo
una intrincada relación multi-contextual.
En suma, las relaciones
artista-obra-espectador, ofrecían una dinámica relativamente cómoda por su
similitud con el sistema comunicativo, es decir, la relación
emisor-mensaje-receptor. Pero cuando surge un cuarto aspecto, relacionado con
el espacio, llámese ambiental, histórico, cotidiano, público, privado o
expositivo, la carga semántica se amplía y las posibilidades de relación
cambian. De tal manera, al mismo tiempo de los cambios sustanciales del arte,
se han renovado los espectadores y han aparecido nuevos espacios expositivos.
¿EN TU EXPERIENCIA COMO ESPECTADOR, HAS NOTADO LAS RENOVACIONES DEL ARTE?
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